Cuando uno va cumpliendo años, y ya te encuentras en el umbral del tercer y definitivo acto, si algo de bueno tiene, es haber aprendido a administrar el tiempo y a no dejar pasar el tren de los buenos momentos sin subirse a él. Lo de la otra noche fue una experiencia muy emotiva que, lejos de vivirla con euforia, la viví con sosegada intensidad, como quien saboréa un buen vino. Qué pena que la experiencia de saber interpretar la vida, sólo se adquiera a base de acumular vida vivida.
He de reconocer que durante el concierto fui el hombre más feliz que jamás fuera, y no por el afecto que la gente nos dispensó en forma de aplausos, sino por hacerme comprender, justo en ese instante, que tanto esfuerzo dedicado a esto de ser músico, ha termindado por dar sentido a mi vida. Me alegro tanto de haber llegado hasta aquí, que ratifico mi voluntad de permanecer "hasta que aguante el corazón..."
Para cerrar el concierto elegí: "Lo que el Viento no se Llevó" porque, en ese tema, que es de José Luís Jiménez, no mío, hay un puñado de frases que definen perfectamente mi pensamiento actual; un sentimiento que se expresa perfectamente en aquella estrofa que dice: "No hay nada que reprochar, ni batallas por ganar. El tiempo pasado déjalo estar. El mundo es muy pequeño, demasiado pequeño..." Asumiendo esto, considero que doy mi vida por bien vivida... Y es que me veo como un viejo roble que ha sido capaz de superar en pie toda clase de tormentas; tempestades que me afectarón en lo personal y a mi carrera de músico; como igualmente afectaron al rock nacional y a todo lo que le rodea. Pero eso es tiempo pasado. Ahora me apetece disfrutar con lo que hago, saludar cordialmente a todo el mundo, e incluso invito a compartir escenario a todo aquel que quiera hacerlo, como se pudo ver; las gracias a todos ellos por ser tan generosos con este viejo compañero. A esa invitación estaban incluidos algunos de los que más echarías de menos, pero...
Amigo, como decía al principio, ya vamos siendo mayores. La gente es libre de cargar sus bolsillos con piedras del camino soportando su peso, pero debemos respetar su actitud, por muy necia que esta nos parezca; eso sí, por favor, les pediremos que al menos... no nos las arrojen.
Un abrazo,
Julio Castejón.
He de reconocer que durante el concierto fui el hombre más feliz que jamás fuera, y no por el afecto que la gente nos dispensó en forma de aplausos, sino por hacerme comprender, justo en ese instante, que tanto esfuerzo dedicado a esto de ser músico, ha termindado por dar sentido a mi vida. Me alegro tanto de haber llegado hasta aquí, que ratifico mi voluntad de permanecer "hasta que aguante el corazón..."
Para cerrar el concierto elegí: "Lo que el Viento no se Llevó" porque, en ese tema, que es de José Luís Jiménez, no mío, hay un puñado de frases que definen perfectamente mi pensamiento actual; un sentimiento que se expresa perfectamente en aquella estrofa que dice: "No hay nada que reprochar, ni batallas por ganar. El tiempo pasado déjalo estar. El mundo es muy pequeño, demasiado pequeño..." Asumiendo esto, considero que doy mi vida por bien vivida... Y es que me veo como un viejo roble que ha sido capaz de superar en pie toda clase de tormentas; tempestades que me afectarón en lo personal y a mi carrera de músico; como igualmente afectaron al rock nacional y a todo lo que le rodea. Pero eso es tiempo pasado. Ahora me apetece disfrutar con lo que hago, saludar cordialmente a todo el mundo, e incluso invito a compartir escenario a todo aquel que quiera hacerlo, como se pudo ver; las gracias a todos ellos por ser tan generosos con este viejo compañero. A esa invitación estaban incluidos algunos de los que más echarías de menos, pero...
Amigo, como decía al principio, ya vamos siendo mayores. La gente es libre de cargar sus bolsillos con piedras del camino soportando su peso, pero debemos respetar su actitud, por muy necia que esta nos parezca; eso sí, por favor, les pediremos que al menos... no nos las arrojen.
Un abrazo,
Julio Castejón.