jueves, 11 de septiembre de 2014

Asfalto presenta hoy "El Color de lo Invisible"


Y llegó el día 11 de septiembre, fecha ampliamente anunciada para la presentación del nuevo disco de Asfalto. 

Quisiera hacer desde aquí una glosa de esta criatura a la que he entregado mucha dedicación en los últimos meses, dedicación amorosa para un fin feliz.

El título de este álbum se le ocurrió a Arturo García, nuestro actual batería. A todos nos pareció una frase perfecta porque expresa, que ni a propósito, el concepto alrededor del cual gira el contenido de la mayor parte de las piezas que lo integran: el universo emocional del individuo.  

El disco que, supongo tienes, o en algún momento tendrás en tus manos, huye despavorido de corsés estilísticos. De verdad que, a estas alturas, nos importa poco obligarnos a ceñir el discurso musical en una orientación premeditada. Para nosotros, la música es mucho más que un género. La música es, en esencia, un vehículo a través del cual, los músicos implicados intentamos proyectar nuestro pensamiento y nuestras emociones, y, por derecho, somos quienes decidimos como hacerlo. Puede que ese eclecticismo, en este caso, dote a este álbum de una riqueza añadida. No lo sé, ya me diréis. De verdad que esta obra no rinde cuentas con nadie, nace de nuestra creatividad sólo para hacernos felices a nosotros mismos; que es la forma más digna de debitarnos con quienes demandan de nosotros, al menos, la expresión de un sentimiento sincero.

Comenzó a gestarse hace más o menos un año. No es que nos haya llevado mucho tiempo parirlo, sencillamente las cosas tienen el ritmo que pueden tener y no siempre el deseado. Y es que, en la actualidad, en la plantilla de Asfalto, todos somos fijos discontinuos, en espera de un mejor contrato laboral… que en ello estamos.

Los temas fueron elegidos, de entre un total de 24 propuestas, en un proceso asquerosamente democrático que dejó, sobre el banco de trabajo, tal vez, algunas buenas piezas que se vieron relegadas a la suplencia en espera de que tomen mejor forma. De vez en cuando se observa que algunas entrenan, otras han pedido causar baja en la plantilla...

Le encasquetamos la responsabilidad de la producción a un joven pleno de ímpetu, e ilusión a raudales por hacer bien las cosas: Paul Castejón. Lo decidimos así, entre todos, no porque fuera hijo de quien escribe, sino porque acreditaba razones más que suficientes para poder llevarnos la contraria, especialmente a mí. Ahí están sus trabajos. Las brillantes colaboraciones que viene haciendo en los shows de la banda, han conseguido declinar en él nuestra confianza. Ya sabéis, si algo no os gusta como suena, reclamarle: paul@paulcastejon.com

La grabación se hizo mayormente en el estudio de Sinestesia, aunque algunos instrumentos se grabaron en otros lugares. Anda por ahí un libro, ya escrito, en el que entre otras cosas, se dará cuenta de qué toca cada cual y qué instrumentos utiliza; ya sé que no es materia esencial, pero siempre hay quien ansía conocer cuantos más datos mejor. Gustosos los damos.

Para terminar, decir que en todo momento hemos supeditado lo que tocamos al concepto que, a nuestro criterio, cada tema requiere sin importarnos optar por derivas musicales tal vez dispares. Hemos pintado este cuadro utilizando toda la gama de colores que había en nuestra paleta; con el gusto que lo hemos hecho, os corresponde a vosotros juzgarlo.

Desde el primer momento ha sido nuestro deseo entregar una obra meticulosa, asumiendo que el objetivo era mostrarnos tal cual somos en la búsqueda de la excelencia. Los que nos conocéis de antiguo, sabéis que Asfalto jamás ha intentado imitarse así mismo y, en esas, de siempre, en cada época, hemos buscado explorar nuevos horizontes musicales por considerar que se encontraban al alcance de nuestras posibilidades. Lo hicimos a través de caminos que, puedo afirmar, se mostraron como una experiencia apasionante y enriquecedora. Nunca le hicimos asco a todo lo nuevo que la tecnología sonora nos proponía y, así, ahí están discos en los que hace más de 30 años ya se escuchan sonidos que sólo unos pocos se atrevían a incluir en la arquitectura del rock de por aquí. El purismo, es como los dogmas: hay que tener fe para aceptarlos, yo estoy encantado con mi agnosticismo y pienso que el resto de la banda también.

Particularmente revelaros que grabando algunas de estas canciones he sentido mucha  emoción, y sí en algún momento sentís que la voz se me quiebra es que así fue. Sigo pensando que las canciones sinceras, esas que nacen de un momento especial, de un sentimiento puro, justo esas, terminan conmoviendo a quien las escucha, pero también a quien las interpreta.


En nombre de mis compañeros, y en el mío, decir que si decidís acompañarnos en este viaje, claro que nos sentiremos felices y sobre todo: muy agradecidos.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Imágenes en blanco y negro, bajo la luz de la luna llena.

Me encuentro sereno bajo un cielo majestuoso presidido por una luna llena que juega a esconderse tras el paso de unas nubes que anuncian otoño inminente. Puede que esta sea una de las últimas noches de verano en la meseta. Al borde de la medianoche, el ritmo vital se apacigua y es como que el fluir de las horas se dilata suavemente. El gato se niega a regresar a casa y yo a meterme en la cama, él no creo que esté ni triste ni azul, ni yo melancólico, pero escucho música antigua, música que me traslada dulcemente a los tiempos en los que decidí que quería ser sólo músico.

Conecto por Internet con una de esas emisoras que emiten desde quién sabe qué parte de la superficie del globo terráqueo, ni me importa desde donde lo haga. Me importa que todo lo que escucho me estimula, me provee de paz de espíritu y me conecta sosegadamente con recuerdos no olvidados, pero que adormecen en esa parte del cerebro donde se almacena lo que no preciso a diario. Son recuerdos de otros tiempos que hoy visualizo en blanco y negro a través de unas deterioradas fotos viejas que de vez en cuando desempolvo. Son instantáneas, muchas de ellas tomadas con la “Werlisa” que compramos a medias Enrique Cajide y yo, que reflejan momentos felices, momentos apasionados. ¡Dios, si por la magia de un momento pudiera regresar para observar en color todo lo que hoy no soy capaz de ver!

Ahora mismo suena “Penny Lane” y mi mente se traslada a la mañana de un domingo en la que, un grupo de amigos del barrio, jugábamos a escalar el Himalaya en La Pedriza. Recuerdo una radio a pilas sonando en el silencio de un pedregal, mientras nos comíamos el bocata que cada cual portaba en la mochila que traíamos de casa. Y mientras subíamos, bajábamos, cruzábamos arroyos… yo no dejaba de pensar en ella. Me moría por volverla a ver y, casi toda una vida despues, en una noche como ésta, me gustaría podérselo contar. Pero su imagen se difuminó hace ya mucho tiempo en mi mente y, aunque me la encontrara de frente, jamás la podría reconocer. Y qué más da.

Dejamos de ser quien fuimos en el momento en que nuestra imagen se proyecta fuera de tiempo. Ya todo lo que puedo hacer es imaginármela en una canción que cantársela a quien ni tan siquiera formó parte de aquel tiempo. Hay tantas vidas en una sola vida.

Levanto la mirada al cielo tranquilo que me cobija y le doy las gracias a la luna que hace de esta noche una noche perpetua, atemporal. Enciendo un cigarro, yo que dejé de fumar hace más de un cuarto de siglo, y dejo que el humo me adormezca y poco a poco siento la necesidad de poner mi cuerpo en posición horizontal y esperar a que la mañana despunte amable. Me reconforta tanto poder expresar cuanto amo la vida en momentos como éste.


Y el gato sigue sin venir.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Falleció Gustavo Cerati

El gran músico argentino, protagonista de aquella aventura musical llamada Soda Stereo que surge en el país austral, justo en los tiempos de la guerra de las Malvinas, ha concluido su estancia en este mundo con esa muerte aplazada que lo ha tenido en estado de coma por cuatro años, después de que un accidente vascular lo agarró a traición tras un concierto en la ciudad de Caracas.

Y hasta aquí la noticia que muchos habréis podido leer en periódicos y en redes sociales; una noticia triste para millones de seguidores, una noticia triste para todos aquellos que valoramos la creatividad de un músico especial, diferente.

La muerte de Cerati, un gran desconocido en España, me remueve un sentimiento de frustración que mantengo latente por décadas. No se trata de un desencanto personal, sino colectivo. Es curioso cómo a ambos lados del océano, los ámbitos del rock se muestren como compartimentos estancos y sólo muy raramente, los trasvases, intercambios si se quiere, se hacen notablemente efectivos.

Es impensable que en el mundo sajón, el que canta en inglés, para entendernos, los productores discográficos y managers no se planteen por defecto el acceso al mercado global de sus promovidos. Así resulta que, cualquier banda más o menos consolidada, inglesa, americana, alemana o vaya usted a saber de donde, de común, vende sus discos y giras sin límites geográficos. Pues bien, no sucede lo mismo con quienes hacemos rock en español. Es evidente que, para nuestra desdicha, lo tenemos mucho más complicado.

A finales de los años 70, giraba por España un grupo, tal vez exiliado, no lo sé, nunca se lo pregunté, de la cruenta dictadura argentina. Se llamaban Aquelarre. Figuraban en el catálogo como una banda más de las que ofertaba el desaparecido Javier Gálvez, gerente de la agencia Centro Rock. Compartimos con ellos viajes, escenarios, penurias e interesantes conversaciones. Justo es reconocerlo que estaban, técnica y musicalmente, varios peldaños por encima que la mayoría de las bandas del por entonces incipiente rock nacional.

Gracias a ellos, descubrí el rock argentino. Ya por entonces me pareció increíble que los Charly García, Luis Alberto Spinetta, David Lebón, Nito Mestre, Pappo, etc… fueran ignorados por estos lares cuando, a mi juicio, el de entonces, y también el de ahora, me parecía que músicos como ellos habían conseguido ensamblar, mejor que nadie, algo que algunos de nosotros andábamos buscando: hacer compatible el idioma español con el rock.

¿Quién se tenía que encargar de facilitar la internacionalización de las bandas de aquí y de allá? ¿Los managers? En el caso del nuestro, ni tan siquiera conducía un coche… ¿Las discográficas? La nuestra le dio plantón en el 81 al propietario de un sello venezolano que se interesó en Asfalto, incluso después de viajar hasta Madrid, que tiene huevos la cosa...

Por la parte de quienes dependíamos, jamás se invirtió esfuerzo en esa necesaria internacionalización; es como si, para ellos, fuésemos artistas amateurs a los que dedicar una mínima atención. Para hacer esos esfuerzos internacionales ya tenían a sus melódicos; bueno, lo mismo que sucede hoy, no hay más que observar quienes cruzan el charco con todo el apoyo mediático detrás.

He imaginado tantas veces que hubiera pasado si Asfalto, a mediados de los 80, hubiéramos hecho las maletas… Tal vez nos faltó convencimiento, o quizás complicidad externa para ello, quien sabe.


Para acabar, dejarme que os comente, porque seguro que la mayoría lo ignoráis, que el hoy desaparecido Gustavo Cerati, junto a sus compañeros de Soda Stereo, realizaron una gira de reencuentro en 2007 que les llevó por toda América, de Norte a Sur, y que, esa gira, aún hoy, mantiene record de afluencia en el mundo latinoamericano: más de un millón de personas, de los diferentes países por los que la gira pasó, compró una entrada para escucharles. Pero aquí, como bien puedes imaginar, eso no fue noticia.  

sábado, 19 de julio de 2014

Es Hora de Vivir


Las hormigas suben desde el suelo por el cable que alimenta mi ordenador. El pequeño jardín de casa es el espacio en que hemos decidido convivir; ellas no entran y yo, en agradecimiento, de vez en cuando, les dejo en el suelo algún residuo comestible que hacendosas se llevan a sus despensas de invierno, supongo.

He observado a las hormigas desde que las descubrí, siendo bien pequeño, en el patio comunitario de mi casa, cuando mi mirada quedaba muy próxima al suelo. Me sorprendió hace unas semanas que, Alan, el hijo de Paúl, mi nieto, con tan sólo ocho meses, hiciera lo mismo. ¿Será que los niños, sobre todo los curiosos de nacimiento, sintamos la inquietud de observar a esos pequeños seres; justo los que, en mayor número, pueblan este planeta?. Tal vez. Luego crecemos y, se ve que, al alejar nuestra vista del suelo, perdemos el interés por las pequeñas cosas.

No, definitivamente no es el ser humano ni tan elegido por los “dioses”, ni está tan posibilitado de alterar el orden que la naturaleza ha diseñado para sí misma. Que se nos quite de la cabeza. No somos el centro de la creación; si es que, con nuestra manifiesta estúpida vanidad, eso nos hemos llegado a creer. El desarrollo de nuestro cerebro, el que nos confiere atributos perversos como la capacidad de manipular determinados aspectos del equilibrio natural, es un mero accidente cósmico. Puede que en algún momento, la naturaleza rectifique y ponga las cosas en orden.

Volviendo a las hormigas, ellas sí se integran dentro del equilibrio natural. Lo vienen haciendo desde hace millones de generaciones. Observarlas me lleva a pensar en lo efímero de su existencia como individuos pero en la durabilidad de su presencia por siglos. Y en esas, pienso en nosotros, en el ser humano, en lo efímero y mezquino de nuestro paso por la vida; siempre enredados en la necia tendencia de querer alterar las reglas bajo las cuales, sólo puede sostenerse nuestra supervivencia como especie en el planeta.

En el plano individual, lo que somos, surge de quienes hemos sido, de cómo nos ven los demás y del rastro que hemos dejado al hacer el camino. Las chicas y chicos de mi generación, aquellos que vibrábamos en la misma frecuencia "modulada", vivimos apasionadamente el tiempo que nos tocó. Un tiempo lleno de estímulos que nos invitaba a medrar e intervenir para que las coas mudaran socialmente a mejor. Creíamos cambiar el mundo con la imaginación aprendiendo a ser profundos en cada conversación. Cada cual buscaba su nuevo horizonte más allá de la realidad que nos venía dada, pero la mayoría de nosotros terminó perdido en el camino; bien atacado de dudas o bien secuestrado por las responsabilidades adquiridas durante el viaje. Creíamos volar, cierto, a veces tan alto que el sol terminó fundiendo nuestra alas de cera, irremediablemente terminamos dando contra el suelo en un aterrizaje forzado y forzoso.

Aquellos jóvenes nos fuimos haciendo mayores, no podía ser de otra forma. Viéndonos comprometidos con las responsabilidades asumidas, cada cual las suyas, pero todas de naturaleza muy  parecida. Los días se nos fueron haciendo cada vez más cortos e iguales y un ayer cada vez se parecía más a un hoy, sin que se pudiera vislumbrar razón alguna para intuir que un mañana fuera a ser diferente.  Qué aburrimiento. En definitiva la vida tornó en una rutina demasiado gris. Cansados, nos fuimos aplastando en los sillones del conformismo.

Pero han pasado los años y, aquello que nos producía miedo, aquel temor a descarrilar, se ha diluido en nada. Y es que nada de lo que un día fue objeto deseado, hoy lo es. El joven, que jamás dejó de vivir en nosotros, ahora se subleva y nos viene a decir que aún estamos a tiempo de rectificar. Y sentimos que está en nuestra mano ser quienes realmente queremos ser, es cuestión de aprender a decir no a todo aquello que nos roba el oro y el tiempo… ¿Para observar hormigas?.

Por cierto, veo que no todas giran alrededor del hormiguero, alguna se atreve a recorrer distancias mayores.