lunes, 23 de junio de 2014

La línea que dividió el rock en España


George McCrae, andaba de gira por aquí. Se trataba de un cantante americano que había tenido dos años antes un suceso mundial “Rock Your Baby”, un tema super bailable que anticipaba ya la tendencia discotequera que terminaría imponiéndose en la segunda mitad de los 70’s. Estábamos en abril de 1975. Unas semanas antes, los asfalto, habíamos tenido una invitación a compartir gira con aquel moreno hombretón de voz atiplada. Y allí estábamos, en gira, compartiendo escenario, a cambio de prestar nuestro equipo de sonido por un dinero que nunca nos pago el que a la sazón era manager de Sara Montiel: Sr. Vaquero, a su vez copromotor de la turné. Alicante, Málaga, Palma de Mallorca, Madrid… y ahí paró la cosa, no tanto por la escasa convocatoria que el show tenía, sino porque George McCrae arrastraba problemas de salud.

Justo era la primera vez que actuábamos en un espacio que, tan sólo tres años más tarde, abarrotaríamos por nuestra cuenta: el teatro Monumental de Madrid. Allí se dieron  dos conciertos: sábado y domingo. Justo la mañana de este último, sobre el mismo escenario, se llevaba a cabo un concurso de grupos de rock y acudí, como a ver de qué iba la cosa.

Actuaban grupos que era la primera vez que escuchaba su nombre. La verdad es que el nivel no era como para sorprenderse. Todas eran bandas jóvenes, formadas por músicos cargados de ilusión, sin duda, pero poco más. Pensé que estaban lejos del nivel que nosotros ya exhibíamos. De entre las cuatro o cinco que tocaron, me quedé con una; no sólo porque musicalmente se distinguiera de las demás, sino por lo apoteósico de la estrepitosa caída de su cantante saliendo a escena. Un tipo disfrazado con un atuendo peculiar que, por encima de su aspecto, exhibía una actitud y una voz interesante.

Nada hacía pensar que en aquella formación militaban dos personajes que se han mostrado referencia en la historia del rock nacional: José Carlos Molina y Rosendo Mercado. Dos músicos que da como para, a través de ellos, poder analizar el “por qué y el cómo” de la realidad del rock que se ha hecho y aún se hace aquí.

Vaya por delante que admiro y respeto a ambos, no diré que por igual, porque no es así, pero, por lo que significan, los equiparo en mi afecto; lo que no evita que pueda expresarme con libertad en lo que, a mi criterio, les define. La línea que marca la diferencia entre ambos es la que asimismo dibuja una frontera que, desde hace ya más de tres décadas, separa dos tendencias bien diferenciadas dentro del rock español: una definitivamente triunfadora sobre la otra.

Hace tiempo que sostengo que no benefició en absoluto al rock estatal el sectarismo, impuesto por los medios, que separaba a unos seguidores de otros en base a criterios más que cuestionables. En los primeros festivales de rock que se organizaban en la España ilusionada por el cambio y por la libertad, la gente acudía a escuchar las diferentes propuestas. Las bandas, buscábamos identificar nuestra musica con los modelos que se daban en el panorama internacional, cada uno de nosotros tenía sus referencias, y era de ahí, o mejor dicho: a partir de ahí, que cada cual fue configurando su propia personalidad; todas igual de válidas, si conseguían llegarle a la gente que acudía a escuchar.

Pero aquello terminó desapareciendo, sencillamente porque desde los púlpitos mediáticos (entiéndase emisoras) comenzó a acrecentarse la especialización estilística. Y así sucedió que, los conductores de determinados programas, se negaban a programar aquello que no obedecía a sus gustos personales, o directamente que no cumplía con determinados parámetros para ser clasificados en uno u otro lado. Justo a partir de ese momento, y hasta hoy, he dejado de escuchar música por radio.  

Pero volviendo a lo que iba, la salida de Rosendo Mercado de Ñu, significa algo más que una simple ruptura. Rosendo emprendió un camino que, insospechadamente para él, ha marcado escuela. Una escuela en la que prevalece la actitud, por encima del concepto musical que se maneja.

A Rosendo no le hacía falta cantar bonito, tampoco le hacía falta a su “strato” otra cosa que un distorsionador MXR, “la chicharra”, para llegarle a la gente con unos temas directos. Canciones sencillas para un tipo de gente que pone en valor precisamente eso: la sencillez musical. Es el triunfo de la actitud y el carisma por encima de todo lo demás, convirtiendo precisamente eso en atributo esencial.

Molina, por entonces era un joven con afán provocador, un rebelde sin causa que, a mi juicio, exhibía un gesto de adolescencia prolongada. Difuso en cuanto al concepto que pretendía entregar, no tardaron mucho en considerarlo un imitador de Ian Anderson y tuvo que cargar con esa cruz, no sé cuán a disgusto.

Pero no es cierto que se pudiera simplificar tan fácilmente la personalidad de José Carlos Molina. Éramos todos tan jóvenes, y él más… Pero si observabas el detalle, veías cantidad de matices en el personaje que traslucían la grandeza de una mente inquieta que buscaba permanentemente en sus creaciones el encuentro consigo mismo. Un buen músico. Un creador que bebía de muchas fuentes. Una mente en busca de la fantasía.

A Molina, como a tantos de nosotros, nos tocó sembrar en un terreno demasiado pedregoso y aún así crecieron flores, pero justo en la ladera del monte, tan arriba que era un sitio por donde sólo algunos pocos pasan. Y así nos fue a muchos de nosotros.

Hemos llegado hasta aquí generando seguidores muy fieles pero en cantidad muy limitada. El éxito, cuantitativamente tangible, quedó reservado para los que imitaron a Rosendo; tanto así, que su nombre figura en las enciclopedias como el paradigma de la música de rock en España; ejemplo y modelo de toda nuestra generación para las que vengan. Yo, debo decirlo, me siento del lado de Molina. Lo reconozco.

La otra noche visité a José Carlos en Sacedón (Guadalajara), el pueblo donde se ha archivado. Tuvimos una sabrosa conversación de la que algunos hubieran querido ser testigos. Hablamos de música casi todo el tiempo, fascinados con lo nuevo en tecnología pero a su vez recordando la pureza del pasado, sin nostalgia, o con ella, quién sabe… Pero pienso que ambos felices de haber elegido el camino que un día elegimos.

Puede que si alguien nos hubiera fotografiado en ese instante, en plano corto ambos hubiéramos salido muy agraciados en la instantánea; pero si lo hizo en un plano general, en la distancia, es posible que la imagen de vernos juntos en la plaza de un pueblo, alrededor de unas cervezas, destile cierta tristeza. Y todo por haber nacido donde nos tocó nacer. En mi viaje de regreso pensé mucho en ello.


En fin, amigos, esa es la línea que nos separó de la gloria que otros sí han tenido, aún así, tanto José Carlos Molina, como yo mismo y otros que también conozco, seguiremos pensando que la mejor canción aún la tenemos por hacer. Eso nos mantiene dignamente en pie.

domingo, 15 de junio de 2014

Sobre la salida de Jorge Garcia Banegas de Asfalto

Conozco la noticia desde el sábado, día 7. Se produjo en una reunión interna que el grupo mantuvo para consensuar el lanzamiento del nuevo disco, pero no la he comentado hasta que el propio interesado públicamente la ha confirmado.

Soy consciente de que se produce un “shock” entre los seguidores de la banda que esperaban mucho de este regreso de Banegas al grupo. Yo también, si no jamás le hubiera invitado a incorporarse en la banda.

Entiendo que habrá quien se empeñe en conjeturar causas y responsabilidades. Asumo que yo, por ser quien soy, me pueda ver en medio de alguna que otra suspicacia. Pues bien, los motivos de la marcha de Jorge, sólo él tiene derecho a hacerlos públicos y no voy a ser yo quien exponga lo que a mi criterio, y el de todos los demás compañeros, ha ocurrido. Ha sucedido y ya no hay marcha atrás. Me quedo con las inteligentes palabras que Jorge ha utilizado: "Un grupo es una suma de voluntades tirando en la misma dirección, para obtener buenos frutos..." Cuando alguien se siente fuera de un proyecto, cuya dirección se toma de manera democrática, tiene dos opciones, asumir la voluntad de la mayoría o abandonarlo. Lo segundo es lo que se ha producido. Y no hay más, por mucho que a todos nos duela, que a mí también.

Jorge, durante décadas ha sido mi amigo, alguien de quién he aprendido y al que he respetado. Quiero pensar que este sentimiento es recíproco. Juntos hemos escrito algunas de las grandes canciones que están en la historia de Asfalto. Es mi deseo que, emprenda el proyecto que emprenda, tenga el éxito que se merece. Tendrá mi apoyo incondicional, como siempre ha sido.

A los seguidores del grupo deciros que el disco que esperáis está terminado, se titula “El Color de lo Invisible” y que el 1º de septiembre estará en vuestras manos. Es ahí donde podréis juzgar si el grupo sigue siendo el grupo que está en vuestra mente. Asfalto no es un proyecto estancado, evoluciona, pese a lo que se perciba desde fuera. Asfalto está vivo, gracias al impulso que todos le damos, incluidos sus seguidores. Ha sido, es y seguirá siendo una gran banda que habla con lo que hace, bien a través de sus discos, bien sobre un escenario. La dirección de sus pasos es el reflejo de la voluntad mayoritaria de quienes hemos integrado el grupo en cada momento. Hoy, por fortuna, forman parte de la banda músicos excelentes que además son creativos, músicos que demandan su espacio y su cuota de protagonismo en la construcción de la realidad actual. Espero que se me crea cuando digo que no tienen mis canciones, ni las de nadie, titularidad por defecto. Las que se eligen para formar parte de un disco, o las que interpretamos en directo, obedecen a la voluntad consensuada de una mayoría. Y si alguien, desde afuera se piensa que esa mayoría se ejerce bajo presión: por favor consultar al resto de los miembros, me quedaré aún más tranquilo.

Escribo esto con un sentimiento de tristeza pero con total determinación. Es todo lo que tengo que decir al respecto de lo que hoy nos ocupa. Y no pienso decir más.