En los años en que viajaba por América, a propósito de las
actividades de Libélula, el sello discográfico que fundé y que dirigí durante
una docena de largos y sufridos años, conocí mucha gente que no siempre me
reconocía como músico, sino más bien por esa faceta empresarial mía de la que,
al final, tanto he renegado.
Pues bien, en una ocasión viajó a Madrid desde
Argentina uno de aquellos empresarios, y justo coincidió con un concierto mío
en la época de Los Trípodes; concierto al que obviamente lo invité y al que el
hombre asistió, tal vez con la misma gana del que no le queda otra. Al parecer se llevó una sorpresa positiva y
al final del show me trasladó algunos dulces comentarios; me quedo con dos: «Caramba Julio tu voz cuando cantas no la relaciono
con tu voz cuando hablas» Le respondí que no es lo mismo mear que hacer el amor
y que sin embargo se utiliza el mismo “instrumento”. En otro comentario trató
de glosar detalles alrededor de cuan diferente se me ve sobre el escenario,
argumentando la notable transformación que a su juicio se producía en mí. A
esto último le respondí que no, que no me transformaba cuando subía al
escenario, sino cuando me bajaba de él. Fue una frase espontánea que brotó de
mí boca exenta de reflexión pero que, nada más expresarla, comprendí que era
excesiva y en cierto modo pedante.
Arrepentido, durante el
viaje de regreso a casa resonó en mi mente una y otra vez tan desacertada
respuesta, incluso siguió revoloteando en mi conciencia insistentemente haciendo
que el sueño de madrugada se postergara en mi cama hasta bien llegadas las
primeras luces de la mañana. ¿Por qué había tenido una salida de tono tan
impropia, tan ajena a mi personalidad, mucho más discreta y ponderada?
Me ha llevado años sacar
una conclusión: efectivamente todos llevamos un demonio y un ángel dentro de
cada uno de nosotros, que decía aquella canción. Conozco muchos casos de
músicos en los que el divo, que se alimenta del escenario, a menudo no es capaz
de desligarse del artista al bajar de él. Y es así que hay criaturas que no consiguen
encajar su vida artística con la vida real. Muchos de ellos, cuando se les
niega el escenario, terminan divagando, extraviados, desvaídos… Pues bien, se
ve que aquella noche, el “divo”, si se me permite decirlo así, se negó a ser desalojado
y respondió por mí a la pregunta de aquel buen hombre secuestrándome las
palabras.
A menudo, el seguidor, el
que aprecia lo que hacemos sobre el escenario, no suele aceptar que al bajarnos
de él seamos tan de carne y hueso como los demás. Es por eso que mucha gente se
sorprende cuando te ve en el supermercado arrastrando el carrito o cuando te ve
indefenso buscándote la vida a como de lugar. Armonizar el yo deseado con el yo
real nos lleva lo más jugoso de nuestras vidas y podéis creerme que no es tarea
fácil. Pido, si es que puedo, que jamás se nos eleve la altura del listón de
nuestra dignidad, porque a medida que vamos haciéndonos más viejos, cada vez nos
cuesta más saltarlo.
Gracias por la foto con la "nueva chica" :-)
ResponderEliminarDoy mi punto de vista sobre un par de ideas que comentas en el post.
Llevo unos años en los que esa dualidad Angel/demonio cada vez la tengo mas presente, y no solo en mí, sino que la veo o la presiento en cada vez mas facetas, maneras de hacer las cosas, y personajes del día a día. Se me está volviendo una obsesión, será por que me estoy volviendo tarumba o será por que es verdad que existe y se burla descaradamente de los que se son capaces de reconocerla... ¡sí, aquí estoy! te creías que eran cuentos de niños, eh? pues mírame bien! mira lo que puedo hacer! :-)
Al salir de los conciertos, de los buenos, de los intensos, se me ha pasado por la cabeza muchas veces este pensamiento: los protagonistas de estos conciertos, los músicos, cuando se pegan una tanda seguida de grandes conciertos durante muchos años ¿llegaran a pensar que el tiempo encima del escenario es su vida real, siendo lo otro solo un parentesis para volver a subir y tocar, volver a vivir? Apostaria a que en muchos casos sí que es así... Aunque nos has dejado claro que en tu caso no es asi, pero... hay tantos y tantos músicos... cada uno de su Padre y de su Madre.. :-) :-)
En fin... reflexiones por la mañana temprano en un día casi festivo/puente.
Muchas Gracias Julio, por compartir con nosotros estos ratitos de tu vida, tus ideas. Nos vemos en los conciertos!
20062006 - Raul