Sinceramente, pocas veces he sido capaz de trasladar a una canción un sentimiento de aflicción tan profundo como cuando, a la muerte del pequeño Miguel, escribí aquella canción que cerraba el "Planeta de los Locos". Afortunadamente, esta generación a la que pertenezco, y las que han venido después, nos libramos de familiarizarnos con la imagen de la muerte real; más si se trata de la de un niño, en el caso la de un bebé de días. Para mí aquello fue de un impacto tremendo. Salí conmocionado de aquella sala de velatorio, impregnado de la pena y el dolor de aquellos padres que tanto amor habían guardado para entregárselo a aquella inocente criatura. Amor postergado y, sin duda, al final, repartido por igual entre sus tres hijas.
Hoy tengo que volver a decir "Adiós Miguel". Mi querido amigo, mi hermano, aquel con quien compartí mi infancia, mi adolescencia, y más... ha decidido salir en busca de aquel hijo frustrado para la vida, que no para la memoria de sus padres. Miguelito, sentado en una nube cree que ya le ve venir, y no vendrá pilotado otro aparato que el que construyó con tanto amor. Me los imagino abrazados. Miguel, tal vez en estos momentos ya le habrá contando que, tras él vino otra hermana, Celia, que se sumó a Marta y a Vanesa. Entre las tres lo han tenido siempre presente igual que si hubieran crecido juntos. Y le contará que su madre feliz de que asi haya sido, y aún hoy lo está más porque Papá haya salido a su encuentro. Y es que, en la Eternidad, también se sufre de soledad: la del olvido.
Este "Adiós Miguel" entre lágrimas, por qué no decirlo, sólo representa un hasta luego, un hasta cuando sea, porque, al final, todos nos terminamos encontrando, o así lo quiero creer, pero hoy deseo decirle al mundo que aquel Niti, que así le llamábamos todos en el Barrio, vivirá por siempre en mi memoria, en la de su familia y en la de todos sus amigos; como asi mismo vivirá en la de otros que te conocieron a través de esta canción:
"Te caliento la leche. Me comienzo a lavar
Aún estoy dormido, casi no puedo andar
¡Por favor ten prisa, llegaremos tarde a trabajar...
Vas pisando los charcos. Tu paraguas no me tapa
¡Niti, ten más prisa! ¡Si madrugases más!..."
Por favor, Descansa en Paz.
Lo siento mucho Julio. Realmente yo sé que la muerte no existe porque la luz es eterna en sí misma(lo demostro Einstein) y dónde donde no hay tiempo no hay muerte. Aún así siento una pena infinita con tu canción y relato. Un abrazo
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