Acabo
de completar 66 vueltas al sol. Justo hoy, un 40 de mayo, fue cuando
definitivamente mi madre se quitó el sayo dejándome en este mundo con todas las
dudas y miedos porque yo no me quisiera quedar en él. Y es que, cuatro hermanos
que me precedieron, optaron por convertirse en ángeles; es de comprender sus
temores. Pero no, ajeno a todo, debí encontrarme bien aquí, confortable entre
tanto amor. Bien, dijeron, a éste le llamaremos Julio y no Antonio, uno de los
dos nombres de mi padre, justo por el que nadie le conocía. ¿Estuvo ahí la
clave? No, la ciencia dio respuesta años más tarde. Yo era A+, mi madre había
desarrollado por fin resistencia a un problema con el factor sanguíneo.
Dicen que me desarrollé como un niño normal, ya se sabe, un constipado aquí
otro allá… pero nada que pudiera suponer quebranto serio para mi salud. Mis
padres, viendo como iba creciendo, debieron aceptar que por fin tendrían en la
familia la dicha de ese hijo varón, anhelo dolorosamente frustrado. Me cuidaron
como oro en paño, su joya; eso sí, no exenta mi infancia de alguna que otra merecida
colleja porque, me contaron, era más inquieto de lo a veces soportable. Puede
que aquel rasgo de mi carácter sólo reflejaba mi curiosidad por todo, relacionada con una vitalidad impulsiva que me ha acompañado de por vida, así
como una determinación imparable por querer hacer muchas cosas en el tiempo del
tiempo de mi existencia.
Adaptando
mi vida al devenir de los tiempos, soslayando problemas y algún que otro
desafecto, hoy me doy cuenta de que he sido feliz importándome la de los demás.
Y sí, ya sé que la felicidad es un concepto transitorio y algo difuso a la hora
de materializarse porque, pensémoslo: el que lo tiene todo, aún así, no puede ser
dichoso en medio de un dolor de muelas. Con todo, superando los 66 escaños
de esta escalera, desde la altura, cada vez alcanzo a ver mejor la dimensión
real de las cosas. Y bueno, sin pasarle cuentas al pasado, promediando, sinceramente considero que
he sido dichoso. Lo he sido por dos cosas, una: haber sido leal con
quienes demandaban de mí que nunca fuera otro distinto del que soy; y dos: que
he hecho camino al andar fundamentalmente amando. Amando a quienes me aman y
amando todas y cada una de las cosas que me ha tocado hacer; la mayoría de las
cuales fui yo quien decidí hacerlas.
Leo
lo que a veces decís de mí y me conmuevo, no por mí, os doy mi palabra que no,
sino pensando en lo orgullosos que se sentirían mi padre y mi madre de haberme
engendrado. Es a ellos a quien siempre tengo en mente, porque lamentablemente a
uno lo perdí con sólo 14 años y a la otra con 24; es tan poco tiempo para que
hubieran podido conocerme y disfrutar de todo el amor que yo hubiera tenido
para ellos. De verdad lo digo: me he pasado la vida obsesionado con no defraudar el legado que,
tal vez sin ellos sospecharlo, ambos dejaron en mí.
Por
todas estas cosas, soy el que soy. Soy como soy y me siento tan próximo a todos
vosotros que hoy, como el año pasado, como el anterior… me gustaría decir que mi principal anhelo ya sólo es no llegar a defraudaros nunca. Ese es mi compromiso y así os lo digo. Ahora sólo espero que pasen muchos más “cuarentas de
mayo” hasta perder la energía que aún me resta. Es todo lo que quería deciros y, ya que no os puedo abrazar
uno por uno, aun así…
Gracias,
mil gracias… Una para cada uno y no sé si alcancen para todos…
Julio, eres de las personas más grandes que he conocido. No cambies nunca, por favor.
ResponderEliminar66 besoabrazos, y todo mi cariño y admiración
Es un ser urbano hijo del futuro, no es un ser humano debil y casado..., y es feliz..., y esa felicidad la irradia allá por donde va, y hace que quienes tenemos la suerte de conocerle seamos partícipes de ella y de la calidad humana que transmite, Gracias por ser como eres, Julio.
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