lunes, 15 de febrero de 2010

La Bioquímica y el Amor

Escribir sobre el amor un catorce de febrero es como hacerle una loa al Danubio a propósito de que se visita Viena. Pero es cierto que la fecha de hoy me lo pone a huevo. ¿Cómo sustraerse? Por todos los lados te recuerdan que hoy es San Valentín, patrón (¿jefe…?) de los enamorados. Mientras apuro el café del desayuno entro a darle una reflexión a eso de estar “enamorado” y me meto en un cacao mental que me enreda las neuronas. Y por eso, y sólo por eso, me apetece ponerme a escribir unas líneas; y lo hago con el propósito de así obligarme a poner alguna coherencia dentro del torbellino de ideas que me suscita el concepto de amor en pareja.


Espero no ofender a quién esté enamorado, y menos aún a quién lo haya dejado de estar, pero al final la ciencia desaloja la parte mágica y espiritual que siempre se le concedió al hecho de estar enamorado. Ahora resulta que nos dicen que andan por medio la serotonina, la dopamina y no sé cuantas “minas” más; los argentinos esto ya lo sabían, de ahí aquello de: nada mejor que tener una buena “mina”, arriba o abajo, como guste ella. En fin que parece evidente que somos física, química y nada más… Lo cierto es que ahora nos cuentan que eso del “fall in love” no es más que una borrachera producida por un coctel en el que intervienen elementos intrínsecamente muy poco románticos; vaya que viene a ser como un atracón de jugo de hormonas, que ahora, nos dicen, son quienes estimulan y activan el deseo de tener una experiencia en pareja. Y poco más. ¿Y para esto tanta literatura? Visto así, menudo exceso aquello de dar la vida por amor ¿No? Si ya decía yo que lo de Romeo y Julieta era desmedido, exagerado e irracional; vamos, cosa de locos. Por estos lares nunca estuvo bien visto que el amor se tomara en forma tan tremenda, de ahí que se dijera que los amantes de Teruel eran tonta ella y tonto él.


De seguir por este camino, la ciencia encontrará explicaciones para todos y cada uno de los comportamientos emocionales, tiempo al tiempo. Terminará por demostrarse que los sentimientos de odio e inquina están justificados por vete a saber qué perversa composición de la fórmula cromo somática del individuo; que la bondad es, por el contrario, una manifestación de que se es poseedor de esta o aquella facilidad para producir determinada sustancia bioquímica. Y así todo. El día que se acepte manipular el diseño genético, podremos tener hijos con el temperamento a la carta: póngamelo usted simpático y afable, o mejor hágamelo sensible y cortés, no por favor no lo queremos con tendencias suicidas, con lo que cuesta hacer que se hagan grandes para que luego se “despachen” ellos mismos a la primera contrariedad. En fin amigos, que se nos derrumba el edificio que hemos construido creyéndonos criaturas alejadas de los instintos; esos que gobiernan la existencia del resto de las especies animales; con las que precisamente compartimos el mundo conocido y muchos rasgos de ADN que nos son comunes.


A no mucho tardar llegará el día en que la ciencia y la tecnología nos demostrará que somos más bien poco; para cuando lo hagan, no sé, ni me quiero imaginar, cómo estará estructurada la vida. Imagino que para entonces, el acceso a las relaciones amorosas, se producirá pasando antes por la farmacia para cada cual proveerse de sustancias, hormonas sintéticas, que activen la función de los neurotransmisores a través de los cuales se canalizan las sensaciones de placer emocional.
— Cariño, ya no me quieres pero no puedo olvidarte—.
—Tranquilo mi amor, tengo unas píldoras que estimulan la capacidad de olvido, yo ya las he tomado—.


¡Uf…! Qué mal. No sé si me apetece que la ciencia nos lleve por este lado. Prefiero sentir sin que nadie me esplique por qué siento. Prefiero morir de amor creyendo que de verdad muero. Prefiero creer que la ternura que entrego y recibo me salva la vida cada mañana al despertar. Prefiero mil veces sentir a través del amor que soy el principio y el fin de la Creación; a que soy simplemente el afortunado poseedor de una fórmula cromo somática que, para mi bien, gobierna estas cosas.


A lo mejor vuelvo a escribir otra “ñoña” canción de amor. Y si lo hago, te la voy a dedicar a ti... si es eso lo que estás deseando que haga.

1 comentario:

El Rey Peste dijo...

Hola Julio:
Tuve el placer de charlar contigo en el concierto de Vargas en la sala Penélope de Madrid; no sé si te acordarás (un fan más, que no sabía muy bien qué decir, nunca he sido de esos que se abalanzan sobre los artistas, me da mucho pudor, pero la situación me lo dejó a huevo y, además, había tomado unas cervezas jeje).
Pienso que, aunque la ciencia pueda explicar los mecanismos del amor, no le resta magia ni espiritualidad; una cosa es saber qué tipo de sustancias libera el organismo y otra entender por qué las libera con ciertas personas y no con otras...
Además, siempre queda la parte espiritual, aunque sepamos que son neurotransmisores interconectados entre sí los que nos hacen sentir esto o aquello.
No quiero enrollarme más. Te mando un abrazo grande y, por favor, escribe una canción de amor, me dijo una vez un amigo poeta que "el poeta es el único artista que puede permitirse el lujo de ser cursi", así que, no te preocupes por eso.