miércoles, 1 de septiembre de 2010

La Mirada Ausente

Marujita García nunca existió, pero tengo la sensación de que la he conocido. Es tan fresco su recuerdo que la puedo describir tal cual la observaba a la salida de misa de diez: un cuerpo mínimo dentro de un vestidito blanco de organdí con sus dos trenzas anudadas, cada una con un lazo azul, a juego con el que fruncía su cintura. Marujita observaba aquel ambiente con mirada ajena, como si nada fuera con ella. Sin soltar la mano de tía Luisa, modosita y paciente, esperaba que ésta saludase uno por uno a todos los concurrentes que, tras la ceremonia, se quedaban rezagados en aquella especie de plazuela acotada por una barandilla; la misma en la que los chicos más atrevidos del barrio, es decir, casi todos, los domingos por la tarde cuando se celebraba algún bautizo, cantaban aquello de: «Eche usted padrino no se lo gaste en vino…» Con ello provocaban el ser obsequiados con algunas monedas que rodaban por el suelo que, como mucho, daban para un chicle bazoca o para jugar una partida de futbolín a pierdepaga.

Marujita asistía al colegio de Santa Teresita, lugar dónde sería educada en forma y modo cristiano, lo que la calificaría con alta nota para a futuro ser buena madre y esposa, de educación religiosa; como diría la ya casi olvidada Cecilia. Y por supuesto que así fue. Uno a uno incorporó a su vida todos los preceptos que, si bien no le asegurarían la paz en este mundo, si que le reservarían un lugar en el Paraíso al lado de sus abuelitos, y de su mamá. De su padre tenía la certeza de que, el día que aconteciera su muerte, viajaría con billete pagado a las calderas de Pedro Botero, porque motivos no le iban a faltar al Supremo para condenarle, de lo cual ella se alegraba, pensamiento que siempre compensaba santiguándose a toda velocidad. El viejo militar no distinguía tropa, para él, todos, incluidos sus hijos, eran subordinados a los que había que conducir con mano dura. 

Una tarde de otoño, justo cuando a la puerta de casa cargaba con mis instrumentos, vi pasar a Marujita. Para entonces se había convertido en una bella joven de porte discreto a la que no se le conocían relaciones en el barrio. Enigmática, mantenía la misma mirada ausente de siempre. Poseía esa forma neutra de observar que tienen los que están sin llegar a estar. Iba acompañada de un tipo de buenas hechuras, bien vestido y de pelo muy corto, para lo que por entonces se llevaba, que supuse su novio. Ambos esperaban tomar un taxi en la esquina del Paseo de la Esperanza y sin venir a qué, nuestras miradas se cruzaron  enredándose durante unos dilatados segundos. No era la primera vez que eso había ocurrido. Marujita y yo nos escrutábamos con la mirada desde que fuéramos niños, pero nunca llegamos a intercambiar una sola palabra. Para mí ella era una incógnita que, de algún modo, estaba interesado en despejar, un enigma atractivo. En aquella ocasión tuve la sensación fulgurante de que, de aquellos ojos negros, brotaba la primera mirada concreta y expresiva que hasta entonces había podido observar en ella: juro que percibí un mensaje de auxilio que se me clavó en el alma. 

Hace muchos años que abandoné el barrio, tal vez fuera que el barrió me dejó a mí cuando, con diferentes destinos, mi madre y mis amigos lo fueron abandonando. Pero de vez en cuando necesito caminar por sus calles y me sumerjo entre los edificios buscando en ellos algún detalle que  refresque esa parte de la memoria donde se alojan las pequeñas e irrelevantes cosas que nunca fueron determinantes de nada, pero que cosquillean el alma cuando las redescubres. En esas tuve la sensación de observar la misma esquina dónde Marujita esperaba aquella tarde un taxi al que se subiría con el que, tiempo después, tomaría como esposo y fuera padre de sus dos hijas. Un “buen chico” que cumplió con la función de ser sostén económico de la familia. Gentil y cordial de puertas para afuera, resultó ser un  necio negado de sensibilidad. Pésimo como amante y como proveedor de leña para atizar el fuego del interés que estimula la complicidad y la atracción dentro de toda relación de pareja. Fue  incapaz de entender por qué ella no era feliz y se deslizó a través de un fundamentalismo cristiano que, de pretender acercarse tanto a Dios, terminó por distanciarse cada día más de su esposa. Ella dedicó lo mejor de su tiempo a sus dos hijas hasta que fueron grandes, y lo hizo justo en el sentido contrario del que ella había sido educada: el de la autosuficiencia. Obsesionada, hizo de ello la causa que diera sentido al hecho de seguir viva. 

Cuando las niñas, ya mayores, salieron volando, a Marujita le faltó el coraje suficiente para hacer lo mismo y escapar de un hogar que la asfixiaba. Apiadándose de él no fue ni capaz de odiarlo y permaneció en casa rodeada por un muro de silencio tras el que se encerró con la sola compañía de su angustia. 

Hace unos meses supe de todo esto cuando alguien, que la conoció de cerca, me contó que Marujita había dejado la vida envuelta en una terrible tristeza y, lo peor, con la certeza de que no esperaba alcanzar el Paraíso, consciente de que, de él, había pasado de largo en vida. 

Por supuesto Marujita no existió nunca, como bien has podido comprender...     

jueves, 8 de julio de 2010

¡Vibra España...!

¿Qué será que tiene esto del juego de la pelotita que levanta pasiones?...

Vi el partido contra Alemania en casa, con Esperanza, mi compañera, que no tiene nada de futbolera pero que, seguramente por si me tenía que asistir ante una crisis cardiaca, quiso estar a mi lado; otra explicación no tiene. Y es que, aún cuando reconozco que el ambiente está en las terrazas y en los bares, siento como que en la intimidad me puedo comer la uñas sin adelgazar un gramo mi imagen pública. Eso sí, nada más terminar el partido, agarré la avenida y caminé para participar del ambiente.

El espectáculo estaba servido: un pueblo de unos pocos miles de habitantes con todo el vecindario en la calle, como si fuera el primer día del triunfo de la revolución. Los conductores haciendo sonar el claxon de sus coches creaban estrépito. Muchos viandantes se saludaban como si no se hubieran visto en mucho tiempo. Españoles de los nacidos aquí y de los que han venido de fuera, estos últimos más españoles si cabe, y es que no hay mayor forma de hacer gala de integración que mostrar públicamente como propios los símbolos patrios del país de acogida. En fin, un espectáculo de alegría suprema, algo así como si a todos les hubiera tocado el premio gordo de la Lotería Nacional. Observando semejante comportamiento cívico, pareciera que la crisis por fin es cosa superada; que los empresarios contentos vuelven a la contratación; los parados al empleo; las putas al negocio y… los curas a sus misas Te Deum

En un mundo dónde las verdades absolutas (Dios, Gobierno, Banca, Partido Comunista, etc…), para la mayoría se convierten en entelequias vacías de contenido, la ciudadanía opta por alinearse del lado de mitos más efímeros, pero también más próximos y tangibles como es el caso del Futbol. De siempre habrá quien piense que este deporte es un opio que anestesia el dolor real de los pueblos; pues bien, tengo la sensación de que, si así es: todos somos drogodependientes.  

Mi doctora de cabecera, consultada por mi insomnio, me dice que me tome una pastilla antes de irme a la cama; me niego afirmando que no estoy dispuesto a adquirir dependencias. Me responde que deje de ver televisión, que me quite de leer el periódico, que haga más deporte, que deje de comer esto o aquello... Respondo que eso no lo puedo hacer. Entonces aprovecha y me desarma con su teoría: “la vida es un viaje en el que vamos acumulando dependencias en busca de la sensación de libertad” Ahora duermo como un bebé todas las noches tras recibir una pequeña dosis química.   

Con esto quiero decir que no hay por qué entrar en lo irracional que tiene volverse loco si la pelota entra. Es cosa tan estúpida que, de tanto, no merece la pena reflexionar sobre ello. Pero el tema es mucho más profundo. Tiene que ver con la necesidad del individuo por participar del logro de un anhelo compartido: la consecución de la victoria, sea ésta merecida o no.  

Bajo mi punto de vista, el futbol, el deporte en general, ha sustituido las ansias del ser humano, individual o colectivamente, por dominar al otro; antes lo hacía por medios cruentos, hoy a través de la competición regulada. Bienvenido sea el sistema que sirve para canalizar las manifestaciones violentas, propias de la especie que somos, bajo reglamentos que preservan tanto los márgenes de la victoria como los de la derrota. Ojalá fuera así en otras esferas. ¿Podemos imaginarnos una guerra en la que el reglamento prohibiera matar o humillar a los vencidos?...   

Me encanta una foto publicada en la prensa de hoy: se ve a Puyol, el defensa goleador, consolando en la derrota a Schweinsteiger, el bravo mediocentro teutón. 

Por todo ello, me afirmo futbolero y me alegro que mi tribu, a la que por carta de ciudadanía pertenezco, reconociendo implícitamente que no es ni mejor ni peor que otra, vaya a ganar el Mundial de Futbol.  

Amén.

http://www.elpais.com/fotogaleria/Semifinal/Espana/elpgal/20100707elpepudep_1/Zes/4

domingo, 20 de junio de 2010

Futuro Inviable

 

Tan difícil explicarle a un pez lo que ocurre fuera de la pecera, como difícil que nosotros seamos capaces de visualizar los límites del continente que nos contiene a todos: eso que llamamos Universo. Es complejo ir más allá de la verdad científicamente probada sin entrar en conflicto con el razonamiento inteligente. Hay quien deja todas las respuestas a un poder “supremo” que desvela sólo aquellas que nos son necesarias para la supervivencia, pero que se reserva «para otra ocasión» aquellas que tienen que ver con los planos más elevados del conocimiento. Me uno, especialmente en estos días, a José Saramago que califica nuestra existencia como un breve paréntesis entre dos nadas. Sin embargo seguimos pensando que somos más de lo que somos y, empeñados en una “evolución” insostenible, dejamos huella de nuestro paso por la vida; desgraciadamente, a menudo, maldita huella. 

Una vez más el precio del “progreso” ha sido muy caro: hemos vuelto a destrozar los océanos llevándonos por delante la existencia de millones de unidades de vida; especies con las que compartimos este hábitat cerrado que es la Biosfera. Y todo porque el “homo sapiens” resulta que no lo es tanto. Para los creyentes, Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Permitirme que dude de que un ser, al que atribuyen justicia infinita, diseñara un espécimen tan imperfecto. ¡Caramba que mal ingeniero!.

Me cuesta aceptar las verdades absolutas, de la misma manera que dudo hasta de mi propio criterio. Pero, con el paso de los años, he ido adquiriendo alguna que otra certeza que me lleva a una postura cada vez más crítica hacia lo que representa el ser humano moderno y la sociedad en la que nos desenvolvemos. De niño, ante algo que no comprendía, confiaba en que existía una inteligencia superior que vivía en la “planta de arriba”; ella era quien gobernaba el mundo velando por mi bien y por el de todos. Suponía que, poco a poco, se me irían desvelando todos y cada uno de los mecanismos que daban sentido a nuestra existencia. Pues bien, he crecido y, con gran decepción, he comprendido que en el “piso de arriba” no vive nadie; vaya, por decirlo de otro modo, que este barco no lo gobierna la inteligencia, son sólo un grupo de listos los que manejan el timón y a los que sólo les importa hacer la travesía en clase preferente. A ese grupo de privilegiados, para nada les preocupa el final del viaje; para entonces ellos ya habrán concluido su escala. 

El egoísmo, que es una forma de “inteligencia” al servicio del individuo, pero que niega a los demás, está controlándolo todo y decide cuales han de ser los siguientes pasos; por supuesto pasos tamizados a través del filtro de sus intereses. Por supuesto me refiero a un grupo de privilegiados situados en la cima del mundo, propietarios de un enorme poder sustentado en la riqueza. Ellos están diseñando la forma de nuestra existencia, con total impunidad. Crean nuestras propias necesidades, nos prestaron el dinero para materializar los anhelos y, con ello, consiguieron atraparnos dentro de un sistema que niega el derecho a experimentar otras formas. La sociedad, anestesiada, pareciera que acepta como irremediable que las cosas puedan cambiar y entretanto,  nuestras vidas pasan sin que podamos ejercer apenas control sobre ellas y, como residuo, entre todos estamos contribuyendo a destrozar un hábitat que no servirá a las generaciones que vengan después. ¿Hasta cuándo? ¿No debiéramos mostrar nuestra disconformidad?. Hemos de exigir a nuestros gobiernos que tomen parte e intervengan enérgicamente ante los poderes económicos que nos subyugan a todos, también a ellos.

Es necesario que se definan ya posturas que muestren que la democracia se inventó para poner el poder en manos de la colectividad y no en las de unos pocos. Definitivamente hemos de manifestar disconformidad con todo lo que está sucediendo, cada cual desde y cómo pueda hacerlo, pero que lo haga. Necesitamos crear conciencia común de que vamos por el peor de los caminos, si es que se pretende alcanzar algún futuro viable.

Entiendo que alguien esboce una amable sonrisa leyendo estas sencillas palabras  escritas desde un sentimiento profundo. Habrá quien piense que, tras ellas, hay un idealismo condenado a no trascender. Está bien, puede que esté en lo cierto, pero yo me quedo muy reconciliado con mi conciencia sabiendo que he contribuido a denunciar una realidad que nos lleva directamente a la extinción. Aunque es posible que, para entonces, yo ya no esté viajando en este barco. Ni tú tampoco.  

Julio Castejón.

jueves, 20 de mayo de 2010

Bienvenido Mr. Marshall...


Como Alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar…” Esta frase es una de las más populares de la historia del cine español. Perteneciente a la película del maestro Berlanga: “Bienvenido Mr. Marshall” (1953). El genial actor Pepe Isbert, la pronuncia como alcalde desde el balcón del ayuntamiento ante sus vecinos. Aquellas imágenes retrataban perfectamente la vida de miles de pueblos, todos casi idénticos, de aquella deprimida España en blanco y negro. Villar del Rio, nombre del pueblo en la ficción, no era otro que Guadalix de la Sierra, y desde aquel mismo balcón, de la misma fachada, del mismo ayuntamiento (que aún hoy se conserva) hace sólo un par de años, el que escribe tuvo el honor de ser invitado para dar el pregón de fiestas; cosa que era la primera vez que alguien me pedía que hiciera, y accedí con la condición de darlo en verso. Pues bien, si me fuera posible convocar a todos los amigos de Asfalto en una plaza pública, y tuviera un balcón desde el que dirigirme, yo también empezaría por una frase idéntica a la que empleó el guionista de la película.

El 19 de marzo pasado, hicimos el último concierto de cuantos habíamos planeado hacer en invierno. Sin que se tomara aquella fecha como la apertura de un periodo de vacaciones, sí que es cierto que se sentía en el ambiente la necesidad de hacer un paréntesis después de casi tres años de actividad ininterrumpida. No es que habláramos de ello, pero si es cierto de que probablemente el grupo lo estaba pidiendo a gritos. Está bien tener momentos de calma en los que reflexionar, tomar distancia, ver dónde estamos y decidir hacia dónde vamos. Y así ha sido que las noticias por nuestra parte se han diluido, y no entrábamos en el foro porque no había nada que contar, actividad que reseñar, en definitiva nada que decir.

Pues bien, ese tiempo de receso acabó. Hoy se cumplen dos meses y toca volver al tema. Este viernes nos reunimos todos para planificar y para ver cómo encaramos la nueva temporada, que, como habréis visto ya tiene fechas de conciertos (ver en la web); menos que el año pasado, pero aún se sumarán más.

Hay quien comenta en el foro que mereciéramos figurar en carteles importantes y visitar ciudades grandes. Cómo deciros que si no estamos en esos carteles es porque los organizadores no han querido contar con nosotros. Para estar en las programaciones de las ciudades importantes, se ha de tener mucha repercusión mediática ¿Alguno de vosotros ha visto imágenes de nuestro DVD por TV? ¿Ha escuchado nuestro disco en las grandes cadenas? Por supuesto que no.

Queridos amigos esto no es nuevo, Asfalto casi siempre sufrió el silencio de los grandes medios. También la discriminación de algunos sectores del rock que consideran lo que hacemos poco musculado como para portar muñequeras de cuero. Sin embargo resultábamos muy duros para el público pop y algo estridentes para millones de seguidores de música “ligera”, esa que suena pero que no se escucha. Y, tal vez, tampoco  fuimos lo suficientemente etiquetados intelectualmente como para que nuestra poesía se sentara al lado de la de los cantautores. En resumen: hemos tenido de unos y de otros, pero de ninguno. En tierra de nadie.

Y así, con esas hechuras, este grupo pudo sostener difícilmente el tipo durante años; y se murió de inanición en varias ocasiones; y cada resurrección lo fue porque yo volvía a darle vida, dejando en ello parte de la mía. La gloria nos cerró sus puertas una y otra vez con cada regreso, con cada nueva etapa. Es por eso que seguimos en el “underground”, dónde siempre hemos estado, ¿A quién puede extrañarle? Es por ello que ahora recogemos frutos similares a los que ya obteníamos en otros tiempos, es decir: tocar para un público maravilloso pero que no crece, más bien se jubila.

De verdad creerme si os digo que cada vez que Asfalto hace un disco o da un concierto en directo, lo hace venciendo enormes dificultades. Sé de lo que hablo. Aún me sorprendo y me parece mágico que, cuando nos subimos al escenario, consigamos que toda la desdicha se transforme en algo sublime. Me conmueve que seamos capaces de construir tanta pasión compartida, es como un milagro que esto siga sucediendo después de tantos años de lucha.

Definitivamente ya no espero nada. Pero a veces tengo el sueño de que puedo morirme de viejo sobre un escenario. Sigo pensando que la mejor canción la tengo aún por componer, y esa es la fuerza que me lleva a escribir música, textos, en definitiva a expresar lo que siento; justo lo que estoy haciendo ahora mismo.

Me hubiera gustado mucho trasmitiros toneladas de ilusión, y deciros que todo es magnífico y que nos espera un futuro esplendoroso; pero no puedo a esta edad, ni engañarme a mí mismo, ni mentir a nadie: Asfalto no significa nada fuera de vuestros corazones, y del mío, y del de mis actuales compañeros a los que quiero, y a los que pido perdón por empujarles hacia una ilusión que es sólo una invitación a un viaje que probablemente nos lleve a ninguna parte.

Quiero terminar por dónde he empezado, “Como Alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar…” Y ya os la he dado. Tiene razón el forero, no es mentira que estos ya casi tres años, los dos discos y los más de cincuenta conciertos que hemos hecho, hayan sido un sueño, porque es cierto: lo ha sido. Pero me da que todos lo hemos vivido bien despiertos; con lo cual, corremos el riesgo de que sigamos soñando… a no ser que nos quedemos dormidos. Os prometo que por mi parte voy a intentar seguir despierto.

Un abrazo a todos.

Julio Castejón.

http://www.youtube.com/watch#!v=A2l-CDgdKkY&feature=related

lunes, 15 de marzo de 2010

A Juan Márquez - Coz.


Respuesta a "Cerveza Solidaria" publicado en el foro oficial de www.coz.es

Querido amigo y compañero:

El devenir histórico nos situó a ambos como partícipes de un hecho incontestable: vivir en primera línea la llegada del rock a nuestro país. A ambos nos alcanzó de lleno la explosión de aquella fascinante primavera de la libertad de mediados de los 70’; a los dos nos marcó la vida todo lo que supuso vivir en primera persona tal experiencia. Sin duda eran días en que muchos de nosotros pensábamos que el mundo podría cambiar, por supuesto que a mejor. Desde nuestra visión entusiasta, de adolescencia prolongada, nos apuntamos a la revolución del pensamiento. Estábamos totalmente a favor de las nuevas ideas que, bajo aquella óptica, significaban “progreso” y que se nos antojaban prioritarias, pese a haber sido educados más en el sentido práctico por el que nuestros padres trataban de encauzarnos, valiéndose de su doctorado obligatorio en supervivencia. Vaticinando el batacazo, a mí también mi madre me invitaba a que me bajara de las nubes, para labrarme un futuro estable pie a tierra. Pero, nadie sabe, incluidos nosotros mismos, amigo Juan, ni por qué, ni por qué no, fuimos lo que fuimos, y no lo que se nos invitaba a ser.

Hubo un tiempo, muy corto, en el que llegamos a pensar que las cosas se podrían cambiar; que las nuevas ideas, impulsadas por la fuerza y la confianza que nos daba ser jóvenes, terminarían subvirtiendo el orden establecido. En el 68 hay quien se lo llegó a creer; la utopía se haría realidad, anunciaban. Pero justo en aquellas revueltas parisinas se constató la muerte de las ideas románticas que, desde San Francisco a Nueva York; desde París a Roma; desde Londres a Madrid, habían dejado intuir la posibilidad de experimentar con un modelo distinto; futuro imperfecto, sin duda. Por supuesto que aquel era un paquete de ideas difusas, un manual apenas esbozado, pero que traslucía la posibilidad de una nueva vía factible, que, para la mayor parte de nosotros, significaba una nueva forma de colocar al ser humano en coherencia con el recipiente que lo contiene: el mundo, la vida.

Y pasaron 20 años en los que crecimos pasando muy buenos ratos haciendo uso, y a veces abuso, de la recién estrenada libertad en las calles de nuestras ciudades; libertad vigilada y restringida por los que nunca la quisieron, por los que la temieron. Pero había estímulos más que suficientes para sentirnos bien subiéndonos a los escenarios y trasladar, a cientos de miles de jóvenes contemporáneos, un mensaje bienintencionado. Por supuesto que pronto comprendimos que no todos los jóvenes éramos uno, y por supuesto que nos dimos cuenta que el “Underground” (que cita Fran) sería la única vía por la que circularíamos (no es casualidad el nombre de Topo para nominar una banda referencia de la época). Porque, para que engañarse, el rock sólo vende ideas, posturas existenciales, sentimientos… y para de contar. ¿Quién iba a apostar por difundir nuestra música masivamente, cuando ya por entonces, el afán consumista, comenzaba a adueñarse de todos los ímpetus que había propiciado el cambio? Mejor el pop, más colorido, más optimista, más bailable, más… No sigo por respeto a algunos músicos que se tomaron el género tan en serio como nosotros el nuestro. No tengas duda, si le hubieras cambiado el título y el sentido a tu canción llamándola: “Las Chicas Son “Enteras””, jamás hubieras sonado en la radio fórmula. Aún hay quien piensa que “Capitán Trueno” sonó en las emisoras comerciales por ser una oda simplista, cuando en su esencia afirmaba que “el mundo está al revés…” que subliminalmente sugería un necesario cambio radical. Así es la tela que se cortaba, y aún se corta, en esta sastrería hispánica, donde cualquier traje es pertinente hacerlo a la medida del país real que somos: una sociedad analfabeta, desinformada y manipulada; esto no es de ahora, ya nos costó el desastre del 36’ y los años en gris oscuro que le precedieron.

Cuarenta años después del inicio de nuestra década prodigiosa, la de los 70’, por supuesto, nos quedan muchos recuerdos y una voluntad de seguir haciendo música a como dé lugar. Somos los perdedores de esta batalla por ser feliz que se nos propuso en los tiempos en los que nos creíamos con el control de nuestras vidas. Es lógico que hayamos quedado recluidos en esa especie de claustro de olvido, sólo rescatados, en forma pintoresca, para mostrarnos a los nuevos jóvenes de hoy como ejemplo de cuán simpáticos éramos los alegres chicos pioneros del rock’n’roll nacional. Es por eso, y sólo por eso, y tú lo sabes, que nos llevan de vez en cuando a televisión. No lo harán jamás para mostrar los toques intelectuales y el saber hacer de una música equiparable, sin rubor, a la de los más grandes del género, ellos sí, santificados aquí sólo por ser foráneos. Ni hablar tampoco de pedir para nosotros un aplauso por la larga trayectoria, qué locura, para nada; no es de extrañar ya que, en esta necia sociedad a la que pertenecemos, la veteranía hoy es un degrado, salvo que ya sea tanta que rebose notoriedad y llegue a los informativos; parece que me estoy viendo en un noticiero, ojala que sí: “Julio Castejón cumple 80 años con la guitarra a cuestas, ya le ha echado perseverancia este tipo…” Entonces llamarán de todos los medios para pedir biografías y datos para dejar bien redactado, con antelación suficiente, el documental de la noticia de mi deceso. Dejaré en testamento dicho que les demanden por hacer uso público de mi decrepitud y óbito. A esa cena sólo invito a mis amigos.

Querido y respetado Juan Márquez, desde mi amistad y afecto te digo que nos queda en el haber de esta larga cuenta, sólo la pureza de ese vínculo que en su día establecimos con la música, aquel que hace inexplicable un instante de emoción sobre un escenario, observar la mirada húmeda de aquellos que desde las primeras filas son capaces de conmoverse con lo que hacemos. Aceptemos que nuestro reino no es de este mundo de bambalinas de celofán que se ha construido bajo el mandato de los que piensan que tanto vendes, tanto vales. No debiera preocuparnos que muchos jóvenes nos ignoren, de verdad que muchos de ellos son mucho más viejos que nosotros, observa que la mayoría nos adelantan a menudo por la derecha. Tampoco pidamos al Poder reconocimiento, porque, eso mismo, nosotros tampoco se lo otorgamos a él. Y eso sí, a pesar de los pesares, y las dificultades sobrevenidas, sigamos mostrándonos para que la historia, empeñada en borrarnos, no lo consiga; así será mientras haya alguien que, al bajar del escenario, te pida con el corazón en la mano que te vuelvas a subir.

Me duelen los músicos que no pueden seguir siéndolo, y los que no llegarán nunca a serlo. Me duele que esta profesión, de seguir por estos pasos, termine convirtiéndose en poco más que una simple afición de unos pocos, o unos muchos, pero nunca un modus vivendi tan digno como cualquier otro, al que se accede tras años y años de estudio y práctica. Aún así, no pienso pedir limosna para ninguno de ellos, porque no creo que sea limosna lo que se deba solicitar, sino reconocimiento; y para ello, me tienes en la calle a tu lado, bien tras una pancarta que anuncie que existimos, bien sobre un escenario mostrando nuestra postura, bien en el despacho de la Ministra de Cultura a la que decirle que somos, justo eso: CULTURA, tan con mayúsculas como lo sea cualquier otra.

La cerveza nos la tomamos dónde quieras. Como siempre ha sido.
Un abrazo,
Julio Castejón.

lunes, 15 de febrero de 2010

La Bioquímica y el Amor

Escribir sobre el amor un catorce de febrero es como hacerle una loa al Danubio a propósito de que se visita Viena. Pero es cierto que la fecha de hoy me lo pone a huevo. ¿Cómo sustraerse? Por todos los lados te recuerdan que hoy es San Valentín, patrón (¿jefe…?) de los enamorados. Mientras apuro el café del desayuno entro a darle una reflexión a eso de estar “enamorado” y me meto en un cacao mental que me enreda las neuronas. Y por eso, y sólo por eso, me apetece ponerme a escribir unas líneas; y lo hago con el propósito de así obligarme a poner alguna coherencia dentro del torbellino de ideas que me suscita el concepto de amor en pareja.


Espero no ofender a quién esté enamorado, y menos aún a quién lo haya dejado de estar, pero al final la ciencia desaloja la parte mágica y espiritual que siempre se le concedió al hecho de estar enamorado. Ahora resulta que nos dicen que andan por medio la serotonina, la dopamina y no sé cuantas “minas” más; los argentinos esto ya lo sabían, de ahí aquello de: nada mejor que tener una buena “mina”, arriba o abajo, como guste ella. En fin que parece evidente que somos física, química y nada más… Lo cierto es que ahora nos cuentan que eso del “fall in love” no es más que una borrachera producida por un coctel en el que intervienen elementos intrínsecamente muy poco románticos; vaya que viene a ser como un atracón de jugo de hormonas, que ahora, nos dicen, son quienes estimulan y activan el deseo de tener una experiencia en pareja. Y poco más. ¿Y para esto tanta literatura? Visto así, menudo exceso aquello de dar la vida por amor ¿No? Si ya decía yo que lo de Romeo y Julieta era desmedido, exagerado e irracional; vamos, cosa de locos. Por estos lares nunca estuvo bien visto que el amor se tomara en forma tan tremenda, de ahí que se dijera que los amantes de Teruel eran tonta ella y tonto él.


De seguir por este camino, la ciencia encontrará explicaciones para todos y cada uno de los comportamientos emocionales, tiempo al tiempo. Terminará por demostrarse que los sentimientos de odio e inquina están justificados por vete a saber qué perversa composición de la fórmula cromo somática del individuo; que la bondad es, por el contrario, una manifestación de que se es poseedor de esta o aquella facilidad para producir determinada sustancia bioquímica. Y así todo. El día que se acepte manipular el diseño genético, podremos tener hijos con el temperamento a la carta: póngamelo usted simpático y afable, o mejor hágamelo sensible y cortés, no por favor no lo queremos con tendencias suicidas, con lo que cuesta hacer que se hagan grandes para que luego se “despachen” ellos mismos a la primera contrariedad. En fin amigos, que se nos derrumba el edificio que hemos construido creyéndonos criaturas alejadas de los instintos; esos que gobiernan la existencia del resto de las especies animales; con las que precisamente compartimos el mundo conocido y muchos rasgos de ADN que nos son comunes.


A no mucho tardar llegará el día en que la ciencia y la tecnología nos demostrará que somos más bien poco; para cuando lo hagan, no sé, ni me quiero imaginar, cómo estará estructurada la vida. Imagino que para entonces, el acceso a las relaciones amorosas, se producirá pasando antes por la farmacia para cada cual proveerse de sustancias, hormonas sintéticas, que activen la función de los neurotransmisores a través de los cuales se canalizan las sensaciones de placer emocional.
— Cariño, ya no me quieres pero no puedo olvidarte—.
—Tranquilo mi amor, tengo unas píldoras que estimulan la capacidad de olvido, yo ya las he tomado—.


¡Uf…! Qué mal. No sé si me apetece que la ciencia nos lleve por este lado. Prefiero sentir sin que nadie me esplique por qué siento. Prefiero morir de amor creyendo que de verdad muero. Prefiero creer que la ternura que entrego y recibo me salva la vida cada mañana al despertar. Prefiero mil veces sentir a través del amor que soy el principio y el fin de la Creación; a que soy simplemente el afortunado poseedor de una fórmula cromo somática que, para mi bien, gobierna estas cosas.


A lo mejor vuelvo a escribir otra “ñoña” canción de amor. Y si lo hago, te la voy a dedicar a ti... si es eso lo que estás deseando que haga.

sábado, 30 de enero de 2010

Respuesta a Pablo

Amigo Pablo:

En primer lugar gracias por tus palabras de afecto hacía nuestra música. También gracias por visitar mi blog y por animarte a debatir y a expresarte a través de él. Para eso está.

Nadie creo que le guarde rencor alguno a Thomas Edison por haber inventado el sistema de grabación que dio origen al entrañable giradiscos: artilugio que permitió que la música pudiera ser escuchada y difundida sin la presencia física del intérprete. Si no fuera por ello, jamás la música hubiera entrado en las vidas de tanta y tanta gente, no al menos tal y como lo ha hecho en los últimos cien años.

No creo que sea ese el debate que te provoca y tampoco yo creo haberme pronunciado jamás en contra de la reproducción de música “enlatada”, ni en ese artículo que citas ni en ningún otro. Nunca me he situado al margen de la evolución tecnológica y de las tendencias que ello conlleva; puedo asegurarte que me interesa tanto la vida que, en esto como en todo, trato de observar lo que sucede y con ello vislumbrar hacia dónde vamos. Yo celebro que la tecnología haya domesticado mucho los procedimientos y permita acceder a tantas cosas positivas, entre ellas: la comunicación y el intercambio de pareceres y experiencias. En el paisaje social actual, gratamente se manifiestan como factibles maravillosos accesos a la información global, impensados sólo hace un par de décadas. El conocimiento nos hace más libres y me sitúo cómodo asumiendo los nuevos hábitos, alejado cada día más de los de otros tiempos.

Si el debate viene por el lado de los derechos sobre la explotación de obras protegidas bajo el concepto de propiedad intelectual, estoy de acuerdo contigo que existe una tremenda demagogia por una de las partes, y tal vez cierto inmovilismo por el otro lado. Lo cierto es que con todo este debate, quienes salen perdiendo son los creadores cuyo reconocimiento está entrando en deterioro entre amplios sectores de la opinión pública que está siendo manipulada —“interesadamente”—, por grupos empresariales que utilizan su enorme poder mediático para deformar la verdad influyendo sobre la opinión publicada; no nos olvidemos nunca que los principales sujetos a contribución del derecho autoral son grandes grupos editoriales y de comunicación, que nunca han visto de buen grado verse obligados por ley a tener que pagar el canon compensatorio por la utilización en su provecho de obras que son de la legítima propiedad de sus autores. Siempre les ha sabido mal tener que pagar; cosa que, por el contrario, nunca le sucedió al consumidor final que sin rechistar pagamos cuando compramos un soporte —o cuando descargamos “legalmente” un fichero—. Y sí, efectivamente, debiéramos revisar cuantías y modos recaudatorios, en eso estoy contigo; pero jamás debiera ponerse en duda que la propiedad intangible es tan propiedad como lo pueda ser cualquier otra y merece ser protegida y respetada.

Por supuesto que potenciar los conciertos favorece que la música siga haciéndose ¿Quién dice lo contrario? Otra cosa es que el hábito por escuchar música en directo tenga el suficiente entusiasmo entre la gente, no digamos ya pagando una entrada; pregúntale a la mayor parte de los grupos que empiezan, te van a responder que si llegan a tocar, —la mayor parte de los casos mendigando un sitio dónde hacerlo—, lo hacen para sus amigos y poco más. Eso es así y difícilmente va a cambiar de hoy para mañana porque las causas del desinterés están en la escasa relación que la mayor parte de nuestros conciudadanos tienen con la cultura en general. El sistema educativo español no ha cuidado suficientemente estimular el aprecio por el concomimiento de las humanidades; lo mismo y por añadido el de fomentar el interés por las manifestaciones culturales. Esto es patente entre nuestros jóvenes, y es duro lo que digo pero tengo la sensación de que en esta materia, vamos más bien para atrás.

Por tanto, no le hagamos culpable de la situación de apatía general a los creadores, porque no es cierto que ellos lo sean; ni tampoco culpemos de todo a los diferentes gobiernos de turno, porque hace cuarenta años había lo que había y, a pesar de ello, el interés por la música se extendía entre la mayor parte de los jóvenes. De buscar un culpable debemos mirar, en todo caso, al modelo social en el que nos encontramos inmersos; sin duda un modelo que termina por secuestrar la atención y el tiempo de los individuos al hacerlos cautivos del afán consumista que los subyuga.

domingo, 6 de diciembre de 2009

ROCINANTE, ASÍ NACIÓ.

El otro día me escribió un amigo pidiéndome que le hablara de cómo hicimos “Rocinante”. Sé que hay autores que son un tanto opacos a la hora de dejar traslucir el por qué, el cómo y el cuándo nace su canción. No es mi caso. Para empezar, debo decir que el sentido de la propiedad lo tengo un tanto confuso, pues, como dije en otra ocasión, las canciones, al igual que los hijos, se traen al mundo pero cobran vida propia y en poco podemos intervenir. Aclaro que esto nada tiene que ver con el tan manoseado asunto de la propiedad intelectual, que ahí sí que lo tengo muy claro: tan propiedad es un tangible como un intangible y recrimino de igual forma al que se apropia del uso, tanto de lo uno como de lo otro, sin la autorización de su legítimo dueño. El sentido confuso -mejor emplearé la palabra difuso- al que me refiero, tiene que ver con algo que está mucho más allá de lo que representa un título de propiedad. Nos es propio un paisaje, un pueblo, una calle, unos amigos, etc. Todas esas cosas las asumimos como propias por la capacidad que tienen, o tuvieron, de adornarnos la vida,y por ello permanecen junto a nosotros para siempre; al menos mientras nos queden recuerdos que recordar. Somos muchos los que tenemos alguna canción que hemos hecho cosa propia porque ha quedado adherida a la banda sonora de nuestra existencia. Como autor no tengo reparos en informar del origen de una canción pues no creo que por ello, la magia que pueda haber en ella, se diluya lo más mínimo; y creo que, hacerlo, sacia apetitos cognitivos que para nada hay por qué reprimir. Ya me gustaría a mí saber qué inspiró, y en qué momento, “The Long And Winding Road” a Paul McCartney, o “Mediterráneo” a Serrat. Por tanto, sin complejos de ningún tipo, voy a ello:

La canción “Rocinante” nace en 1977. Es justo decir que la idea parte de José Luis Jiménez, a la sazón bajista de Asfalto. Por entonces el grupo estaba en efervescencia total. Tocábamos mucho y cada concierto aumentaba la gente que acudía a escucharnos. Aún así, es necesario hacer constar que eran los años del “Saturday Night Fever” (que es lo mismo que decir el auge de la música bailongo-discotequera) y las discográficas españolas, y la mayoría de los medios, estaban en otra sintonía que nada tenía que ver con el auge del rock. Eran los tiempos del gran cambio político y la cultura del rock era ya un movimiento creciente entre cierto sector de la juventud más inquieta; algo que, por primera vez, resultaba un hecho evidente dentro de nuestras fronteras. Asfalto, que ya se le reconocía dentro del grupo de bandas que practicaban este estilo, optó por situarse, si cabe aún más, a contracorriente, llevándole la contraria a las tendencias imperantes; tanto así, que nos embarcamos en el desarrollo de una obra conceptual: una ópera rock al estilo “Quadrophenia” de los Who. Y todo ello sin saber ni cuándo ni cómo llegaríamos a estrenarla.

El argumento de la obra giraba alrededor de un individuo insatisfecho con la vida que vive, un paria cuyo día a día transcurre sin encontrar alicientes; que curioso ¿cuánta gente está en esas circunstancias en los tiempos actuales?... El personaje en cuestión, bajo un no citado agente externo, tiene la vertiginosa experiencia de protagonizar un viaje astral a través del cual observa la realidad bajo una percepción irreal pero que, a su vez, también resulta ser sublime.

Tras la obertura “Quiero Irme”, “La Huida” (cortes 1 y 2 de la suite que abre la cara “B” del primer L.P.), el protagonista visita lugares y mantiene encuentros con seres que son reflejo distorsionado de sus propias angustias y de sus anhelos existenciales; así visita “La Isla del Amor”, paraíso utópico del amor libre (penúltimo corte de la cara “B” ); se sumerge en un caótico “País del Consumo” (inédita) para, siguiendo su viaje, tener un encuentro con un caballo alado que dice ser “Rocinante”…

Nada más nacer la idea musical, a cuya creación contribuimos todos los Asfalto, tuve la sensación de que, de aquel arpegio en Sol y de las líneas melódicas que lo acompañan, emanaba un enorme sosiego. La idea nos cuadraba perfectamente para musicalizar un encuentro en un lugar de paz infinita. El protagonista, siguiendo su periplo, se sorprende de la imagen de un caballo ingrávido que flota en el espacio e inicia conversación con él; éste le habla del mito caído, su dueño, Don Quijote, quién denuncia que ha sido absorbido por el sistema. Termina argumentando el sentido de su ineludible destino: ser el símbolo de la derrota de la fantasía y la imaginación, a manos de la cotidianidad y del sentido práctico imperante en la vida de nuestro tiempo. Al final, se proyecta un mensaje optimista y solidario cuando el protagonista dice: “abre tus alas al viento, iré contigo más allá…” que es expresión de la fuerza que se puede alojar en un individuo que está decidido a llevarle la contraria al destino.

Lamentable o afortunadamente, cuando estábamos desarrollando la obra, se nos presentó la oportunidad irrenunciable de grabar. Había que hacerlo ya o permitir que el tren pasara sin subirnos a él. Ese fue el motivo por el que sólo se registrara una parte de la obra proyectada, dándose a conocer en forma inacabada e inconexa.

Es por ello que, aún a riesgo de desmitificarlo, públicamente siempre califiqué el primer L.P. como un trabajo un tanto abstracto e incoherente; por supuesto que la gente no lo percibió así; ahí está, consolidado con el paso de los años como ejemplo paradigmático del rock urbano nacional, etiqueta que acepto pero que no del todo comparto como forma de clasificar nuestro estilo de por vida; bajo mi punto de vista bastante más amplio.

Julio Castejón

miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Alguien puede hacer algo?

El 25 de agosto pasado cumplí cuarenta años sobre los escenarios, entendiendo que esa es la fecha de la primera vez que me pagaron por tocar, y sólo por ese detalle, fijo ese día como el de mi bautismo profesional. Cierto que en aquellos años yo no lo era, ni tan siquiera aspiraba a serlo aunque era factible vivir de la música si te integrabas en un grupo de los que se movían para conseguirlo; de hecho había mucha gente que no dejaba nunca de tocar, músicos que se consideraban más o menos bien retribuidos.


Por entonces, raro era el pueblo que no contaba con un salón dónde la gente acudía los fines de semana a bailar, por supuesto que con la excusa de entrar en “contacto” con la otra mitad de la especie. En todos esos lugares se hacía necesario contar con un grupo o una orquesta que aportara lo esencial: la música. En la foto de arriba “Handicap”, mi primer grupo, actuando en uno de estos locales de los que hablo (soy el primero por la izquierda). La gente se divertía y sentía mucho aprecio y respeto por lo que el músico representaba, en definitiva, sin él, sencillamente no había música.

En los primeros años 70, comenzaron a montarse por toda la geografía ibérica discotecas, “boites”, se les llamaba. Eran salas enmoquetadas que disponían de una pista delimitada sobre la que se concentraba la presión sonora; a su alrededor zonas provistas de sillones acolchados bajo luz de penumbra que propiciaba el anonimato,y con ello el deseo, mucho más esencial que la música misma. Los dueños de aquellas salas comenzaron a descontar músicos pues no tenía sentido contratarlos para hacer lo que ya hacía el tocadiscos. Ahí comenzó el drama para miles de profesionales de la música. “Siempre mendigando un sitio para tocar…”

Con la llegada de la democracia, tampoco se arreglaron las cosas. Ningún poder articuló ley alguna que obligara a poner músicos en las salas donde la música fuera el reclamo fundamental. Y hubo que aceptar que la batalla definitivamente estaba perdida: músicos apartados por la música enlatada, ese era el titular. Cuando regresé del servicio militar, “Handicap” había optado por refugiarse en Galicia dónde, al parecer, aún había cancha para hacer “bailongos”. Yo no acepté eso porque para la mí la música era otra cosa y no me veía procurando ruido de fondo sólo para que la gente bailara sin mirar al escenario.

Cuando una tarde de la primavera del 74 José Luis Jiménez me llamó a casa, ya tenía claro que mi camino a seguir iba a ser otro bien distinto. Y lo fue, ya lo creo. Asfalto hizo que pudiéramos soslayar las penurias del músico profesional de aquellos tiempos. Y lo hicimos a base de pisar escenarios con rabia y sobre todo con el convencimiento de que la música era algo más que un ruido de fondo. Pero no todo el mundo puso la energía y la determinación que pusimos nosotros en el empeño. Muchos compañeros siguieron aferrados a hacer lo que sabían: tocar y entretener a la gente, sin ir más allá. Muchos aplaudieron nuestra subversión y nuestro mérito.


Pues bien aquello ni de remoto vislumbraba la frustración que hoy representa ser profesional de la música. Sin duda todo está mucho peor que nunca. Porque sí. Siguen surgiendo vocaciones entre los jóvenes, y es que el que decide ser músico lo hace obedeciendo un sentimiento difuso y profundo que dista mucho de ser reflexivo. Pero la realidad es que hay iniciativas musicales que nacen y mueren en los locales de ensayo sin la menor opción de alcanzar un escenario en el que materializarse. Antes, en mayor o menor medida existía demanda, ahora existe hastío. Los chicos que empiezan lo tienen infinitamente peor de lo que lo tuvimos nosotros. Ya no existen salas que contraten, ni tan siquiera “baretos” en los que, al menos, poder exponer creatividad. La cosa en este tipo de ruidosos locales está tan cruda que, si no propones tributos a artistas consagrados, no te dan cancha.

Tampoco lo tienen mejor las orquestas que todo este tiempo han vivido de actuar con cargo a presupuestos municipales. Los ayuntamientos han reducido el gasto, y lo peor puede que aún esté por venir. Se constata que este año han desaparecido muchas formaciones, algunas tras muchos años de carretera. Orquestas en paro es igual a precios a la baja. Deflación mortal.

Las “figuras”, en el ámbito profesional más conocidas como “atracciones”, igualmente han visto como se les han caído cuantitativamente sus shows en las programaciones veraniegas. Y es de entender porque no se sostienen esos cachets desmesurados que sólo se han soportado por ir con cargo al “presupuesto”, porque si tuvieran que financiarse contra la venta de entradas, las cuentas arrojarían déficit en la mayor parte de los casos. Normal que el recorte también les afecte a ellos, lo peor es que esta caída arrastra a los músicos que les acompañan.

En definitiva, de seguir así, me temo que la profesión de músico se extinguirá pasando a ser una simple afición y poco más. Pero no es objeto de este “post” trasladar en una Web como está una queja pública, para nada. Escribo esto porque quiero dejar claro que amo esta actividad y me siento solidario con tantos y tantos amigos músicos que, a día de hoy, dudan entre continuar o dejarlo. Es cierto que la música nos da otras cosas pero, que quede claro, que se sepa: la mayor parte de los músicos de este país lo pasa muy mal cada vez que mete su instrumento en el estuche y se dirige a casa. Que no todo es fantasía y color, que no todos son divos de color rosado, ni tocan rumbas ni ritmos de actualidad, con éxito; que la mayor parte vive sin encontrar el modo de sobrevivir a esta debacle.

Apelo a quien corresponda para que se eduque a los niños en el respeto por las artes, sean estas cuales sean; a que se les sepa transmitir los valores que estimulan la espiritualidad individual; pido que se les enseñe que, tras una interpretación artística, trozos del alma del intérprete pueden llegar al corazón del receptor liberando emociones, placer supremo que nos convierte en seres humanos plenos; que se les haga ver que la música no es un ruido de fondo, sino más bien todo lo contrario, una expresión que reclama atención.

No sé si se precisan ayudas en forma de leyes, o viceversa; no sé ni tan siquiera quien tiene la culpa de que se haya llegado hasta aquí, ni quien posee en su mano la solucción; pero sí que me atrevo a decir que, de seguir por este camino, conoceremos el día en que murió la música, que cantaba Don McLean en American Pie.

Julio Castejón.

miércoles, 15 de julio de 2009

Todos Estuvisteis Allí...

Cuando uno va cumpliendo años, y ya te encuentras en el umbral del tercer y definitivo acto, si algo de bueno tiene, es haber aprendido a administrar el tiempo y a no dejar pasar el tren de los buenos momentos sin subirse a él. Lo de la otra noche fue una experiencia muy emotiva que, lejos de vivirla con euforia, la viví con sosegada intensidad, como quien saboréa un buen vino. Qué pena que la experiencia de saber interpretar la vida, sólo se adquiera a base de acumular vida vivida.

He de reconocer que durante el concierto fui el hombre más feliz que jamás fuera, y no por el afecto que la gente nos dispensó en forma de aplausos, sino por hacerme comprender, justo en ese instante, que tanto esfuerzo dedicado a esto de ser músico, ha termindado por dar sentido a mi vida. Me alegro tanto de haber llegado hasta aquí, que ratifico mi voluntad de permanecer "hasta que aguante el corazón..."

Para cerrar el concierto elegí: "Lo que el Viento no se Llevó" porque, en ese tema, que es de José Luís Jiménez, no mío, hay un puñado de frases que definen perfectamente mi pensamiento actual; un sentimiento que se expresa perfectamente en aquella estrofa que dice: "No hay nada que reprochar, ni batallas por ganar. El tiempo pasado déjalo estar. El mundo es muy pequeño, demasiado pequeño..." Asumiendo esto, considero que doy mi vida por bien vivida... Y es que me veo como un viejo roble que ha sido capaz de superar en pie toda clase de tormentas; tempestades que me afectarón en lo personal y a mi carrera de músico; como igualmente afectaron al rock nacional y a todo lo que le rodea. Pero eso es tiempo pasado. Ahora me apetece disfrutar con lo que hago, saludar cordialmente a todo el mundo, e incluso invito a compartir escenario a todo aquel que quiera hacerlo, como se pudo ver; las gracias a todos ellos por ser tan generosos con este viejo compañero. A esa invitación estaban incluidos algunos de los que más echarías de menos, pero...

Amigo, como decía al principio, ya vamos siendo mayores. La gente es libre de cargar sus bolsillos con piedras del camino soportando su peso, pero debemos respetar su actitud, por muy necia que esta nos parezca; eso sí, por favor, les pediremos que al menos... no nos las arrojen.

Un abrazo,

Julio Castejón.

domingo, 29 de marzo de 2009

Asfalto grabará su primer "Directo"

Pues sí, por fin ya hay fecha para realizar el concierto que dará lugar a la grabación de directo de ese disco que todos llevamos años esperando. La cosa se llevará a cabo el viernes 5 de junio a las 22h en el teatro "Pilar Bardem" de Rivas-Vaciamadrid. Se trata de un recinto muy confortable para unas 1000 personas, localidades todas ellas numeradas de forma tal que el que lo desee podrá reservar la mejor ubicación disponible.

Bien, tras dar la noticia en modo informativo, deciros que han sido un cúmulo de infortunios los que han hecho que hasta ahora la noticia no se haya podido confirmar. Los motivos del retraso estuvieron en las dificultades que tuvimos para encontrar un local adecuado. La idea que siempre tuvimos era la de hacerlo en un gran teatro de la capital pero nos encontramos con cantidad de dificultades, unas de disponibilidad de fechas y otras de los costosos al-quileres que hacían inviable llevarlo a cabo. Posteriormente se encontró una solución, a mi juicio bastante original, que consistía en registrar el disco en un plató de televisión, rodeado de 300 o 400 seguidores, al estilo del "Top Of The Pop" de la BBC en los años 70. Cuando todo estaba acordado con la productora y fijada la fecha del concierto para mediados del mes de marzo, al parecer un problema administrativo por parte del plató impedía utilizarlo con una afluencia de público como la citada arriba. En definitiva, la noticia que se pensaba dar en el concierto de la Joy Eslava, tuvo que obviarse. Así hemos llegado hasta hoy que afortunadamente, con la colaboración del Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, vamos a poder contar con un espacio delicioso donde realizar un trabajo de calidad. Creo que es una buena elección. Rivas está a 10 minutos de la M40 y a menos de la M50, por tanto las comunicaciones son buenas y asequibles.

Supongo que seréis muchos los que os preguntáis qué vamos a elegir de nuestro repertorio, si habrá o no invitados, etc. Evidentemente no es algo que debamos revelar aquí, pero si os digo que todos estamos de acuerdo en que, al igual que hacemos en nuestros conciertos de la gira "Utopía", buscaremos el equilibrio entre lo histórico y lo actual. No obstante quiero remarcar que, sobre el escenario, los principales protagonistas serán los músicos que hoy forman Asfalto. Gracias a que ellos están, hoy, treinta y tantos años después, sigue existiendo el grupo con voluntad de permanencia, conmigo o sin mí; por supuesto que espero seguir estando ahí por muchos años más.

domingo, 31 de agosto de 2008

La Fidelidad de las Tachuelas

Seguramente sonó el aplauso más grande de toda la noche cuando en pleno énfasis final, Salvador Domínguez, líder de "Banzai", saltó desde la tarima de la batería y desapareció del escenario cual si de un efecto escénico se tratara. Los que poco antes habíamos pisado aquella raquítica estructura presentimos el drama y acudimos de inmediato al back stage donde, afortunadamente, descubrimos que el larguirucho esqueleto del músico se mantenía intacto. Aquella tarde-noche del 21 de julio de 1984, fue la última vez que tocamos en el ya por entonces muy reconocido Festival de Mazarrón. Cuando Marcos Rubio, actual director del Festival Leyendas del Rock, me llamó a primeros de año para invitarme a participar, debo reconocer que, cuando menos, me pareció de justicia unir de nuevo dos nombres legendarios dentro del rock nacional: Asfalto y Mazarrón.

Al subimos la otra noche a ese escenario, no pude evitar recordarle a la gente la fecha de mi última visita con Asfalto a esas playas. Les comenté que si en 1984 me hubieran dicho que, casi un cuarto de siglo después, iba a tener la oportunidad de poder observar un paisaje tan similar, y no me refiería a esa zona de la maltratada costa mediterránea, si no a la avalancha de camisetas negras, pelos y tachuelas; sinceramente, no lo hubiera creído. Viti Ilarraza, el actual batería de Asfalto, era la primera vez que acudía y me dijo que, viendo la concentración de fieles, sintió como que estaba observando una imagen del pasado; curioso que él lo dijera porque, precisamente por cuestiones de edad, se perdió asistir a la inmensa mayoría de los festivales de rock que surgieron en nuestra geografía a finales de los setenta y que se mantuvieron hasta bien avanzados los años ochenta. En realidad la imagen, más o menos estereotipada de los festivales de rock, dominados en su mayor parte por la estética heavy, ha creado toda una iconografía que se mantiene bastante intacta en el tiempo. Así, si se volvieran a repetir: Woodstock, Monterrey, Wight, etc, sin duda todos acudiríamos perfectamente uniformados para la ocasión de forma tal que nunca una fotografía de los hijos se pareciera tanto a otra de sus padres, no es de extrañar que Viti Ilarraza tuviera la sensación de estar observando un evento propio de otro tiempo. Le comprendo.

La pregunta es: ¿Qué lleva a la gente hasta un festival como este? Quizás la respuesta: asistir a esa especie de ceremonia de lo irrepetible. Estar allí significa principalmente eso, poder contar que se estuvo. Por supuesto que la música y los grupos son el principal argumento que los mueve pero, sin duda hay algo más. Participar en el evento es un ejercicio de auto ratificación que viene de perlas para certificarse cada cual como se siente que es; y, situándose justo al lado de otros con los que comparte criterios que van más allá de ser sólo musicales, puede que hasta filosóficos, notar el contacto con la tribu a la que uno entiende que pertenece. Y es eso lo que definitivamente pienso que, a pesar del paso de los años, se mantiene intacto. La fidelidad de las tachuelas, como yo lo defino, no es cosa intrínsicamente ibérica, para nada, de ahí que sigan convocando audiencia los grandes nombres del rock mundial en cada uno de sus conciertos; en esto, como en tantas otras cosas, España no es diferente.

Sostengo que nos diferencia que las estructuras públicas y políticas, las que ostentan el poder social y los medios, sigen marginando al rock, y así los resultados: un espacio poco confortable para acoger a miles de personas que ni tan siquiera encuentran un sito para sentarse; controles policiales por todas partes en un ejercicio de vigilancia intensiva cual si de una concentración de adolescentes se tratara; silencio administrativo y publicitario; y un largo etcétera que nos lleva a la conclusión de que son pocas las cosas que han cambiado en veinticinco años y que, tras un joven, o no tan joven, con apariencia rockera, sigue habiendo sospechas, cuando la realidad es que se trata de un público bastante más civilizado que muchos otros. En fin, vivimos donde vivimos y esta sociedad es la que es. ¿Cómo la cambiamos? No lo sé, pero tal vez empezaríamos a arreglar algo si nos permitieran hablarlo o escribirlo en los medios masivos y no sólo utilizando la imagen del rockero de forma satírica para anunciar un sorteo. Qué pena.


domingo, 3 de agosto de 2008

CASARRUBUELOS - Concierto 25-7-08

En los primeros años de la trayectoria del grupo, La Sagra, comarca al norte de la provincia de Toledo, se convirtió en todo un filón para los grupos de rock madrileños que en la segunda mitad de los años 70 paseaban sus nombres por las discotecas de la zona; así: Illescas, Esquivias, Borox, Recas, Pantoja, Numancia, Yuncos, Yuncler, Cabañas, y muchos otros pueblos, acogieron a los Ñu; los Burning; los Coz; y por supuesto, primeros que a ninguno, a los Asfalto (antepongo el artículo para citarlos como, a pie de terreno, se los denominaba).

Pues bien, Julian, el que es alcalde de Casarrubuelos, por entonces era uno de esos jóvenes que se desplazaba a escucharnos cada vez que caíamos por la zona. Más de treinta años después, enterado del regreso de Asfalto, albergando sus razonables dudas a cerca de cuantos quedaran de aquellos como él, quiso hacer un hueco en la programación de las fiestas de su pueblo para llevar al grupo justo al corazón mismo de la fiesta: la Plaza. La sorpresa fue mayúscula pues, ni en el mejor de los casos, el hoy presidente del consistorio municipal, pensó de cuan amplio iba a ser el poder de convocatoria que aún le queda al grupo en la zona.

Terminado el concierto, al igual que Tito, su concejal de festejos, era un hombre feliz porque había cubierto dos objetivos: el primero que le felicitaran por la iniciativa y el segundo, el de disfrutar de un concierto que, probablemente, le transportó a otro tiempo en el que ni de remoto se hubiera visionado así mismo como alcalde del único pueblo de la Sagra que por metros se le escapa a la provincia de Toledo para quedarse dentro de las lindes de la CAM.

Por lo demás, el concierto, en la línea de los últimos, es decir, una conjunción perfecta entre público y grupo que consigue que tanto los unos como los otros disfruten mucho.

martes, 1 de julio de 2008

El Niño y La Lluvia

Tuvieron que pasar muchos años para que, ya de adulto, el niño pudiera observar la piel del planeta desde las alturas; hasta entonces le había bastado con imaginarla bajo un paraguas. Calzado con botas de goma y cargado de infinita curiosidad, la visión de valles y cañadas, de ríos y de arroyos, la obtenía caminando a paso lento sobrevolando el curso de un río tan real como su imaginación quisiera permitirle. Eran días de lluvia. Días de mucha lluvia. Lluvia de muchos días que inundaba el parque del barrio dibujando a escala toda suerte de accidentes geográficos que, observados con su mentalidad aventurera, el niño suponía enormes territorios que explorar; y lo hacía, sobrevolándolos bajo un paraguas que para él simulaba la carlinga de un fantástico avión. Los observaba uno a uno y los bautizaba en voz alta como si estuviera radiando su descubrimiento para el mundo entero: «A la izquierda el valle de la piedra blanca; allá la desembocadura del río marrón, afluente del gran azul; y al frente el gran lago de los caimanes...» Es entonces cuando inclinaba su cuerpo para realizar un vuelo rasante que le permitiera una mejor visión. 

La aventura terminaba justo cuando el paisaje se tornaba inverosímil al fundirse el parque con la acera de la avenida que tomaba en dirección a su casa. Es entonces cuando aterrizaba en el mundo real y buscaba desesperadamente un charco donde enjuagarse las botas para presentarse ante su madre en aceptable estado de revista. «¿De dónde vienes con la que está cayendo?»  —Era interrogado— Le resultaba imposible dar explicaciones, escapaba rápidamente hasta su cuarto y, tumbado sobre la cama, repasaba mentalmente tan fantástica experiencia. Pero no podría contar nada. Era terrible no poder compartir los detalles del apasionante viaje que acababa de realizar. Siempre le preocupó quedar por insensato si los demás llegaran a descubrir esa tendencia suya a imaginar, a fabular, a reinventar la realidad; en definitiva, le preocupaba ser tomado por loco y quedar fuera del entorno que le había tocado vivir. Le aterraba no encajar en su mundo más cercano: el de su familia, el de sus amigos. 

Y se hizo mayor. Creció unido a un sentimiento de miedo a ser descubierto y no ser comprendido. Miedo a ser tomado por idiota si contaba a los demás los fantasiosos y casi constantes vuelos de su imaginación. Y fue consecuente con esa tendencia suya a ingeniar un mundo a escala que poder manejar en forma más confortable, más a la medida de sus posibilidades y se dedicó a escribir historias. Encontró de ese modo la forma de dar rienda suelta a su inventiva; ahora sí, si no conocía el mar, se lo inventaba y punto. Y si en ese afán de modificar la percepción de la realidad, la dimensión del mundo no resultara ser la que realmente es, qué más da. ¿Quién puede decir, o contradecir, cual es el tamaño real de las cosas si no es aquel que cada uno le atribuye según su punto de apreciación? 

Esta primavera ha vuelto a llover como en los tiempos en que llovía. Reconozco que sólo el olor de la tierra mojada produce en mí un efecto fascinante; así, cuando llueve, me gusta salir a pasear; y lo hago con gran placer. Ya no tengo botas de goma en la que meter mis pies, ni infancia en la que meter mi espíritu. Y es por eso que trato de evitar pisar los charcos; también, por qué no decirlo: en cierto modo a mí tampoco me apetece ser tomado por loco, y menos dar explicaciones de por qué tal vez lo soy. 

No estoy muy seguro pero creo que en estos días he vuelto a ver al niño bajo el paraguas; no lo sé, tal vez no fuera él. Eso sí, me he propuesto que, de aquí al próximo otoño, para cuando de nuevo regresen las lluvias, he de perfeccionar la técnica acerca de cómo se debe pilotar un avión bajo un paraguas.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Momento Mágico

Cuando la otra noche el regidor de producción entró en camerino y nos dijo: es la hora, cuando queráis. Tras él, en fila de uno, nos encaminamos por un pasillo estrecho y oscuro que nos condujo al exterior del edificio para subir por una escalera metálica muy empinada que conducía a la planta de arriba y que desembocaba justo en la parte trasera del escenario. Había comenzado a llover. De los cinco yo cerraba la comitiva, no sé, pero lo hago siempre así, digo yo que será para asegurarme de que no se me pierdan los compañeros o tal vez porque, caminando el último, observo a todos y confirmo que no estoy sólo. De igual modo siempre soy el último en subir al escenario. Llevo casi 40 años padeciendo lo que se llama miedo escénico, es como un cosquilleo por toda mi periferia, algo que excita el latido de mi corazón y mis manos tiemblan, tanto, que no suelo comenzar nunca el show con un tema que tenga dificultad de ejecución porque corro el riesgo de fallar bastantes notas. Somos muchos los que experimentamos esa sensación que describo, las celebres mariposas en el estómago que dicen muchos actores. A Terry, la tensión le desataba el vientre y aún recuerdo en alguna ocasión tener que esperarlo a la puerta del servicio mientras los silbidos de los más impacientes se iban ampliando. Lo cierto es que la otra noche había un plus añadido por cuan especial era el momento: Asfalto de nuevo sobre un escenario en la ciudad que lo vio nacer, menudo titular, y todo ello a pocos centenares de metros del local de ensayo de la vieja Aniana, justo donde tomaron forma nuestras primeras canciones. ¡Quién me lo iba a decir que treinta años después…!

Normalmente intento no mirar al público hasta que comenzamos a sonar, justo cuando el calor de los focos inunda el espacio que pisamos; la otra noche, en ese momento percibí un paisaje lleno de rostros sonrientes que nos enviaban un mensaje afectuoso que ya nos iba a acompañar durante las más de dos horas siguientes. Y así, poco a poco, del mismo modo que cuando uno salta al agua de una piscina, tras ese impacto brusco, comenzamos a sentirnos plácidos y relajados. Felices, inmensamente felices.

Me cuesta aunque quiera poder trasmitiros la cantidad de cosas que pasaron por mi mente, la cantidad de recuerdos, de sensaciones que, provenientes de otro tiempo, por causa de quien sabe que condición mágica, volvieron a posarse en mi alma. Cada canción, cada vieja pieza de ese puzzle que armamos entre un puñado de músicos, fue recomponiendo todo el mito que nos fue inundando poco a poco todos los sentidos, un caudal de sentimientos que cada cual siente como propios y exclusivos aún cuando son de todos. ¿Qué importa quien ha escrito la canción? La canción, cuando suena, ya es de todos; de la misma forma que un cuadro deja de pertenecerle al pintor cuando lo cuelga en la pared; los colores son propiedad de la mirada que los observa no de la paleta que los pinta y los mezcla.

Cuando era más joven; mejor dicho, cuando era joven, aceptaré que ya no lo soy; supongo que como tantos otros a esa edad en la constante búsqueda de la identidad propia, del espacio reservado y de todas esas tonterías que construimos en esos años para delimitar nuestro propio yo, ansiaba ser dueño de cosas, materiales en su mayoría pero también quería ser titular de intangibles tipo: respeto, reconocimiento, admiración, etc. Reconozco mi empeño y mi afán por dejar mi huella, por justificar mi existencia subrayando que estaba dispuesto a trascender, que el hijo de un ferroviario podría dar mucho juego si se ponía a construir canciones. Pues bien, si por entonces algún visionario, o alguien venido del futuro, me hubiera contado que tantos años después un buen puñado de seres humanos iban a sentirse emocionalmente vinculados con alguna de aquellas piezas surgidas como esbozos sobre un papel en la soledad de mi habitación, o en un sucio local de ensayos, justo en esos momentos en los que te adelantas a la llegada de los demás y en solitario la guitarra o el piano se hacen tu cómplice al servicio de una idea que te viene dando vueltas desde días atrás. Pues eso, que para nada me lo hubiera creído, pero, sucedió.

Debiera sentirme orgulloso porque algo así se haya materializado; pues no, no es esa la sensación que percibo, no desde el escenario, ni tampoco desde abajo, desde la vida misma. Cuando lo pienso es como que me siento una pieza dentro de un momento esencialmente mágico, un momento cierto; quizás sí, como alguien parecido al maestro de una ceremonia que posibilita la comunicación entre unos y otros, que, por momentos se materializa y todos somos capaces de ser felices a la vez. Me veo a mí y veo al grupo, todos convertidos en una especie de “médium” que conecta con un nivel sensorial superior utilizando el lenguaje de la música, un lenguaje que se percibe directamente con el corazón. Una ceremonia mágica y maravillosa que no se puede explicar, salvo a aquellos que son capaces de conectar en la misma frecuencia que tú.

Gracias por sintonizar y participar de ello.

sábado, 12 de enero de 2008

El Peso de la Evidencia

Hace unas semanas publiqué un comentario en este mismo blog que titulé "La Inercia de las Cosas" en él anticipaba algo que era crónica de una sentimiento que se debatía en mi, con ello, intencionadamente o no, da igual, quise elevarlo a público. Es una obviedad que estaba intentando recabar opiniones, tal vez para haceros cómplices de una decisión que estaba a punto de convertirse en inevitable; no es que quisiera convocar un plebiscito para refrendar una decisión que sólo a mi me competía ejercer, pero lo cierto es que sí me importaba, y mucho, conocer vuestra opinión. Pues bien, he recibido vuestro apoyo más unánime y esto ha terminado por darme el empujón necesario para situarme del lado de lo que, sin duda, se mostraba como la postura más coherente y aceptar una evidencia abrumadora: Asfalto sigue vivo y al parecer nadie mejor que yo para volver ha insuflarle aliento.

Por tanto, ya es oficial, el regreso de Asfalto va a ser una realidad en 2008. El nuevo disco "Utopía" se publicará bajo ese nombre y la banda que actualmente conforman los músicos de Arihan, será, en principio, y espero que por muchos años, quienes asumamos la responsabilidad de seguir haciendo honor a uno de los grandes nombres del rock nacional. Han sido muchos años de silencio, no giras, no discos; años en los que el mito, por contra de diluirse, se ha agrandado. Todos los que, en una u otra época, formaron parte de Asfalto son culpables de ello; entre todos realizamos una obra que nos sobrepasó.

En momentos como estos siento gran responsabilidad pues temo que alguien pudiera llegar a sentirse defraudado al ser yo el único miembro histórico que aparecerá en esta nueva edición, pero seré con gusto el eslabón necesario que una las piezas, algo que por otra parte tampoco es la primera vez que hago, ya lo hice en el 78, en el 87 e incluso en el 93. Una reunión de Asfalto con antiguos componentes se ha demostrado imposible en todos estos años, cualquiera que hubiera tomado esa iniciativa habría tenido mi apoyo, pero nadie lo hizo. Espero de igual forma contar con el afecto de todos los que estuvieron y ya no están. Asumo con ilusión la tarea de recuperar la memoria de la Banda escribiendo nuevas páginas en su larga biografía; puedo asegurar que los músicos que van a asumir este compromiso son de lo más digno que pudiera reunirse y lo comprobaréis pronto por vosotros mismos.

Por mi parte sólo os pido vuestro cariño, ni más ni menos que el mismo que me habéis dispensado en los últimos años. Confío en no defraudaros jamás y seguir manteniendo por siempre el espíritu que hizo grande a Asfalto, mi compromiso con la música por encima de cualquier otra cosa y esa especial sensibilidad para seguir comunicándonos.

Así será.

martes, 4 de diciembre de 2007

Crónica de un final no anunciado

Entré por primera vez a la sección de discos de los almacenes Simeón, situados en la Plaza de Santa Ana de Madrid. Lo hacía por primera vez en mi vida con la intención de comprar. Hasta entonces, todas mis visitas a las disquerías, como dicen en América, habían sido para escuchar, por la cara, las últimas novedades; en el Corte Inglés de la calle Preciados, por poner un ejemplo, podías coger media docena de discos, singles obviamente, y pedir que te los pusieran en unos tocatas individuales que tenían dos auriculares muy parecidos a las orejeras de los teléfonos antiguos; dos, no para percibir el estéreo, si no para que dos criaturas pudieran escuchar simultáneamente. Al final le hacíamos un gesto a la empleada diciéndole que no nos interesaban, ella, evidentemente, ya lo sabía, era parte de su trabajo.

Aquella tarde, perteneciente al 6 de agosto de 1967, era suficientemente calurosa para poder haber sido asimilada consecuencia del cambio climático, si es que de ello se hubiera hablado por entonces, cosa que no; sí que la recuerdo dotada de esa luz brillante más propia del sol de invierno que de los rigores calurosos de ese infierno mesetario con que Madrid nos suele castigar en tiempos de la canícula. Acudía teniendo muy claro el disco que iba a comprar y exactamente a quien se lo iba a regalar por ser su cumpleaños, de ahí que me acuerde con precisión de la fecha. El disco era el primer single en España de Mamas & Papas, cara a: Monday, Monday, cara b: California Dreamin' El destinatario mi buen amigo, ya por entonces, Enrique Cajide; era su 17 aniversario. Pagué diez duros por él, unos treinta céntimos de euro.

Traigo esta referencia a cuento porque, si bien me reconozco no demasiado comprador de discos, no por falta de afición, si no tradicionalmente de recursos para hacerme con ellos, si que quiero manifestar que me consideré siempre especialmente atraído por el objeto, tanto es así, que terminé creando mi propio sello discográfico y durante muchos años viviendo y sufriendo tan duro negocio. Un negocio imposible, muchas veces injusto y poco gratificante pero, sustentado muy a menudo por la carga de materia sensible que hay tras él. Bien, hoy se anuncia la muerte inminente del formato y con el los restos de toda una industria que se diluirá en quien sabe qué. Una industria que ya no es lo que fue una vez que han ido desapareciendo los productores independientes, pequeños sellos discográficos que fueron adquiriendo uno tras otro las grandes empresas. Ellos desarrollaban la labor de creación de discos que difundían nuevos artistas. La figura romántica del productor detrás de la consola de mezclas intentando sacar lo mejor en cada producción ajustándose a parámetros sustentados en la pura creatividad hace tiempo que desapareció siendo sustituida por la del ejecutivo que diseña la performance más adecuada para sonar en las malditas radio fórmulas.

Uno no puede ir en contra del signo de los tiempos, pero eso no impide que se sienta cierta tristeza por lo que representa la desaparición de ese objeto redondo, para muchos de nosotros, objeto de culto, que bien en forma de vinilo como en cualquiera de los soportes que vinieron después, muchos de nosotros identificábamos nuestros anhelos. Fueron los libros donde toda una generación aprendimos escuchando todo lo que como músicos llegamos a saber, téngase en cuenta que, por entonces, ni el pop, ni el rock, ni el jazz se estudiaba en el conservatorio. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin aquella pericia que llegamos a desarrollar para mover el brazo del gira discos, justo un par de surcos atrás, con el objeto de imprimir en nuestro cerebro esas notas del solo de guitarra, ese acorde que se camufla y que a penas distinguimos? Nada.

Pero bueno, las cosas son así, y no quiero caer en la tentación de afirmar que tiempos pasados fueron mejores, porque no lo creo. El mundo sigue girando y vendrán otras formas y otros modos que la gente adaptará para seguir dotándose de sensaciones agradables, parecidas a las que ha reportado la música grabada en nuestro tiempo. Creo que podemos estar tranquilos porque la música no morirá ya que está directamente implicada en la percepción de sensaciones a través del sentido del oído, como los colores son a la vista y los sabores al gusto, pero es una evidencia de que se va a establecer un modelo de difusión diferente, un modelo que establecerá una relación distinta donde no alcanzo a distinguir la posición de los músicos, de los autores, de los distribuidores. Sin duda se anuncia una relación diferente que a estas alturas nadie alcanza a definir, sencillamente porque todo ha sido muy rápido. Un final no anunciado por insospechado hace sólo diez años cuando se comenzaba a extender el uso de Internet.

Julio Castejón.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La Inercia de las Cosas

De natural me considero una persona inquieta, inconformista, un rasgo éste de mi personalidad en permanente conflicto con otro del que también me siento propietario: la tendencia al arraigo a ideas y a cosas. Sin esfuerzo alguno me mantengo firme en mis convencimientos hasta extremos que niegan la posibilidad de la duda. Soy un cabezota impertérrito y me irrito conmigo mismo cuando me descubro tan así. Pero la realidad es que me gusta sentarme en el mismo sitio y en la misma posición, realizo a diario meticulosamente los mismos movimientos mientras me seco al salir de la ducha, soy reacio a cambiar el lugar donde coloco mis cosas y me encariño con unos zapatos hasta el extremo de llorar su muerte cuando, cayéndose de puro viejos, no tengo más remedio que tirarlos al cubo de la basura. En definitiva soy un tanto maniático del orden que intento crear a mi alrededor, un orden que, tal vez, persigue edificar con coherencia mis propias estructuras mentales, referencias sustentadas en un principio fundamentalmente estético; cada cosa en su sitio y todas ellas en justa armonía. En realidad no sólo establezco un orden para las cosas, también lo hago para con las personas. Con criterios éticos las clasifico en donde mejor encajan y difícilmente las muevo de ahí; me niego a aceptar la traición del que quiero, me niego a reconocer la maldad del que admiro y el desamor de quien amo, seguramente pretendiendo sostener así mi propio orden vital, lo que me lleva a ignorar a menudo demasiadas evidencias.

En 1995 hice con Asfalto los últimos conciertos. En el último de todos, ni tan siquiera Cajide nos quiso ya acompañar. No tocamos bien aquella noche y cuando me bajé del escenario pensé que aquello debía darse definitivamente por concluido. Era un momento perfecto, estéticamente inmaculado pues justo hacia un año que habíamos publicado nuestro décimo disco: “El Planeta de los Locos”. A juicio de muchos un gran disco, un trabajo firmado por los cuatro componentes iniciales. Consideraba que era un broche de oro perfecto para dar por clausurada una larga trayectoria, dignidad para uno de los grupos referencia del rock español.

No tenía claro que quería hacer en un futuro y entre tanta duda dediqué mis esfuerzos a salvar de la quema “Libélula” la empresa discográfica que había creado hacía ya unos años, y que, como todas por aquellos años, era un barco pesado que navegaba por mares imposibles en constante peligro de desintegrase contra las rocas. Sin vocación gobernaba el timón como ejercicio de responsabilidad y a penas conseguí llevarlo a puerto pero, cuando lo hice, ya estaba para el desguace y yo arruinado moral y económicamente. A partir de ahí quise recuperar el tiempo perdido como músico y, pese a que tuve la tentación de volver a hacer Asfalto, elegí dejarlo como estaba y emprender un nuevo camino bajo mi propio nombre. No era cosa de mal despertar lo bien dormido.

Aún cuando a estas alturas tengo mis dudas de si puse detrás del proyecto “Julio Castejón” toda mi energía, lo cierto es que dos discos resultaron ser poco bagaje para edificar un nombre capaz de ligeramente hacer olvidar otros tiempos. Ni las ventas exiguas, ni los pocos conciertos que dimos, resultaron estímulo necesario como para que la banda que había estado a mi lado, Los Trípodes, se ilusionaran lo suficiente.

Y con esas que hace ahora casi dos años que aquello concluyó. Volví a escuchar de nuevo más invitaciones para que propiciara el regreso de Asfalto, pero por ese principio «ético/estético» del que hablaba más arriba, una tras otra, me negué a aceptar lo que tal vez hubiera sido lo más lógico siguiendo la inercia de las cosas. Una realidad que ha venido a decir que la memoria de Asfalto no se diluye a pesar del tiempo pasado y que, por más que lo he intentado, cada vez que me subo a un escenario, la gente, mayormente, quiere escuchar de mi justo ese repertorio.

Como todos sabéis, tras concluir la etapa “Trípodes” llamémosla así, quise optar por inaugurar una nueva fórmula: integrarme en un nuevo grupo que bajo un nuevo nombre alojara un proyecto nuevo; tal vez demasiados “nuevos” para un tipo que va para viejo. El proyecto lo bauticé como “Arihan” un nombre que no significa nada pero que comienza por “A” como ese otro que todos conocéis. Conseguí contar con unos músicos excelentes para llevarlo a cabo, gente de gran capacidad técnica para sustentar un complejo proyecto musical y nos pusimos a grabar. La primera sorpresa fue descubrir que dentro del grupo no había, en principio, más compositores que yo mismo; bueno, será cuestión de tiempo, pensé. Lo cierto es que el disco está grabado sólo con temas que reflejan mi forma creativa y, entre los amigos que lo han escuchado, una vez más, lo de siempre: que suena a Asfalto.

En esto, para el 2008, año en que estaremos estrenando este disco, se nos invita a participar en una gira marcada por claros ingredientes nostálgicos, y aceptamos porque sabemos que podemos hacer feliz a la mucha gente que acudirá a escuchar una vez más esas canciones; de paso nos permitirá, en pequeñas dosis, mostrarles por donde estamos, artísticamente hablando, en el siglo en que vivimos. Como no podía ser de otra forma, nos subiremos a esos escenarios para evocar la memoria de Asfalto y lo haremos bajo ese nombre porque lo contrario sería tergiversar demasiado, negar lo innegable, en definitiva, confundir. Me costó decidirlo pero lo he hecho y creo que acertadamente.

La pregunta que ahora muchos me hacen es la siguiente: ¿No sería más coherente que el nuevo disco se convierta en el décimo primero en la carrera de Asfalto? A día de hoy no tengo respuesta pero, algo que durante muchos años he tenido muy claro, ahora siento como que se me comienza a enturbiar; y es que la inercia de las cosas, a veces, es más fuerte que nuestra propia voluntad. Ayuda.

Julio Castejón.

domingo, 14 de octubre de 2007

"Nos Va La Marcha...2008"

El 22 de septiembre del 78 se organizó en Madrid el que tal vez fuera, hasta entonces, el primer gran festival de rock integrado exclusivamente por grupos nacionales: "Rocktiembre", bajo ese título aparecieron carteles por toda la ciudad. Sobre un escenario patético, Teddy Bautista, (Canarios, hoy presidente de SGAE)lo consiguió pidiéndolo prestado, instalado en la antigua Plaza de Toros de "Vista Alegre", barrio de Carabanchel (Madrid) se vieron por primera vez juntos a una serie de grupos que llevaban pocos años paseando por pueblos y ciudades una nueva forma de hacer música. Para aquella ocasión se vieron juntos, por poner un ejemplo, a los hermanos Castro (Barón Rojo) actuando como Coz, a Juan Márquez (Coz)como bajista de Mad, grupo efímero pero integrado por gente muy implicada, a Manolo Tena con sus Cucharada y a Leño sin Tony al bajo que a la sazón militaba en Coz. En definitiva un cartel que, con el paso del tiempo, sumando las trayectorias de los músicos que allí se dieron cita, a nadie, probablemente, hoy le hubiera gustado perderse. Asfalto no estuvo invitado, o sí, no lo recuerdo, pero teniéndose en cuenta que en septiembre del 78 el grupo realizo 17 conciertos, no es de extrañar que la fecha estuviera reservada de antemano aunque al final quedó libre pues yo mismo estuve en el "backstage" aquella noche; Topo si tocó, era su primera gira después de la escisión, dos días antes, por primera vez, habíamos compartido escenario en un festival celebrado en Azuqueca de Henares. De todas las bandas programadas, tan sólo Teddy Bautista tenía discos editados; curioso ¿verdad?. Cierto que al año siguiente prácticamente todos ellos publicarían sus primeros Lps. y comenzarían a ser públicamente conocidos.

El festival resultó ser todo un desastre organizativo perfectamente reflejo de lo que era el rock por entonces: un cúmulo de improvisaciones voluntariosas, un me lo hago yo mismo si no lo hace nadie; téngase en cuenta que fueron los propios músicos los que se la jugaron, y perdieron. Todo aquello quedó registrado en un film que se llamó "Nos Va La Marcha" cuya banda sonora, que no era otra cosa que una pésima grabación del concierto, como no, fue publicada por Chapa Discos. Ninguno de los músicos con los que he hablado recuerda el evento con especial estima, si exceptuamos esa carga de nostalgia que nos hace sublimar acontecimientos pasados que, en algunos casos, terminan por convertirse en referencia de nuestra propia trayectoria. Pero lo que es innegable es que, aquella noche, se vio impreganda por el espíritu de las intenciones de un puñado de músicos con los que me sentía totalmente identificado. Eramos gente joven que lo habíamos dejado todo por la música; una música nueva, distinta de la que sonaba, pese a que ese año, las emisoras comerciales, por fin se habían prestado a pasar por la radio las canciones de Asfalto. Nosotros también formábamos parte esencial del gran cambio que se estaba cocinando. La sociedad en su conjunto vivía un momento trascendente y nos sentíamos protagonistas, conjugando en primera persona el verbo ser y el estar. Vida intensa.

Obviamente reconozco que casi treinta años después todos hemos cambiado un poco, pero me sorprendo cuando observo que muchos de aquellos protagonistas de la primera gran "movida" madrileña, siguen, seguimos, en activo. Pues bien, me he unido al empeño de tratar de recuperar el espíritu de aquel mítico festival y en el 2008 espero verme, muchas veces y en muchas ciudades, compartiendo escenario con una parte importante de aquellos protagonistas asi como de otros que, al igual que Asfalto, sin estar, estuvieron.

Disfrutarlo, yo lo pienso hacer.

lunes, 16 de julio de 2007

Veintinueve Años Después... Pienso luego insisto.

El pasado día 5 de julio, dimos un concierto en la sala "Dolby" de Alfaro (La Rioja), un local por cuyo escenario han pasado muchos nombres, importantes y no, del rock de aquí. Me sorprendió gratamente que, pese a ser un jueves, así a secas, sin ninguna fiesta, el local se abarrotó quedando incluso gente fuera. Nada especial que reseñar de un concierto que no resultó cómodo para nosotros pues, dentro de unas medidas y unos medios bajo mínimos, es imposible que una banda tan eléctrica como la nuestra, pueda encontrar un sonido con la mínima dignidad, pero, aún así, lo debo reconocer, la actitud, tanto del grupo, como de la gente que vino a escucharnos, fue de diez.
Pero no es mi intención hacer una crónica del concierto, quiero comentaros otra cosa. Quien me conoce suele atribuirme una buena memoria, y es cierto que la tengo, sobre todo cuando ésta se mide en la larga distancia pero no presumo de ello porque, cada vez que alguien viene a subrayar en mi presencia ese aspecto, yo respondo algo que aprendí de uno de mis maestros: la memoria es la inteligencia de los burros, y estoy convencido de que tenía razón, pero si algo siento como positivo de ser poseedor de ese rasgo, es que me permite revivir con gran nitidez acontecimientos del pasado; veréis por qué lo digo.
Estábamos realizando la prueba de sonido en ese tubo de ensayos alargado que es la sala "Dolby" cuando pasó por alli una persona que entabló conversación conmigo para explicarme cuan mítico para el rock de la zona era esa tarima sobre la que íbamos a dar el concierto. Le dije que a mi no me importaba demasiado que el espacio fuera reducido y la acústica una pena, sinceramente me preocupaba que ello pudiera afectar negativamente al sonido y que sería el público que vendría el perjudicado por tener que escuchar un concierto en condiciones anormales. Me dijo que la última vez que me había visto fue con Asfalto, justo en Alfaro, tocamos prácticamente a nivel de suelo en una terraza de verano, sin embargo recordaba aquel concierto como algo espectacular. Le hice un llamado a mi memoria para que me trajera el recuerdo de aquel sitio, y vino, vaya si vino.
El concierto de la otra noche comenzó tal cual habitualmente lo hacemos, transcurridos un par de temas, como es costumbre, vengo a dirigirme al público para darles nuestro saludo y agradecer su presencia. Voy a tratar de recordar lo que dije textualmente: "el día 19 de agosto, es decir dentro de unos 45 días, tengo un hijo que celebrará su cumpleaños... -la gente puso cara de bueno y qué- exactamente cumplirá 29, que son los mismos que ese día se cumplirán de la última vez que, antes de hoy, toqué en Alfaro" Obviamente quería decirles que son demasiados y que la gran mayoría de los asistentes, incluso ni habría nacido. Me senté al piano e interpretamos el siguiente tema "Vidas Paralelas", una pieza de mi último disco publicado y pensé que era todo un afortunado por seguir teniendo algo que contar, y también por tener tan buena memoria. Aquel 19 de agosto de 1978 fue una fecha especial, la noche anterior habíamos tocado cerca de Madrid y cuando llegué a casa de madrugada, Esperanza, mi mujer, ya se había marchado al hospital. Me dio tiempo de conocerlo recién nacido y luego hubieron de pasar unos cuantos días hasta que pude volver a verlo. El verano del 78 fue electrizante, el año de "Capitán Trueno" sonando en la atracciones de feria, por la radio, por todas partes. Hicimos muchísimos conciertos y parecía que, por primera vez, la música nos comenzaba a dar algún dinero interesante, porque satisfacciones, esas nos las dio siempre. Veintinueve años después han cambiado muchas cosas pero, mi relación con la música, sigue siendo idéntica emoción apasionada... Y me acuerdo.
Julio.