Añoro los tiempos en los que un Festival de Rock era un
compendio de grupos de distintos estilos. Todo era música y nada se situaba
como reclamo por encima de ella. El rock convocaba a todos aquellos que sentían
que, participar de un concierto de múltiples bandas, garantizaba poder escuchar
las diferentes tendencias. Cada cual ya elegiría con la que más se
identificaba, con la que más se divertía, con la que más se emocionaba...
Hoy eso no sucede. Se montan festivales diseñados para las
distintas tribus como si se diera por cierto que los diferentes seguidores de uno u otro estilo son incapaces
de compartir el mismo espacio. Y así, bajo este concepto, se organizan macro
conciertos en los que actúan bandas (a veces demasiadas) totalmente homogéneas,
que, en la mayor parte de los casos difícilmente llegan a diferenciarse unas de
otras. Menudo tedio.
No hay más que echarle un vistazo a la programación
veraniega para ver como se agrupan los contenidos: Indies, Punkies, Hardys,
Jazzys, Popis... etc. Todo son festivales que agrupan artistas homologados, uniformados
y, diría yo, casi duplicados. No puede ser más aburrido. Tanto así, me cuentan,
que la gente ni aplaude el final de cada canción. Sencillamente porque la
música se convierte en una especie de ruido de fondo que sólo sirve para
colorear el ambiente, y punto. ¿Colega vamos a pillar otra cerveza?
Añoro los tiempos en los que la gente que acudía a aquellos
primeros festivales, se sentaba en el suelo sobre una manta, se hacía sus
"petas" en corrillo y relajadamente, o no, escuchaban a las
distintas bandas concurrentes. Y es que todas resultaban ser bien diferentes. Recuerdo el toque
jazz-rock de Pegasus, Música Urbana, Costablanca; el proguesivo de Bloque, Imán,
Mezquita, Ñú, Granada, Asfalto; el rock con raíces de Triana, Eléctrica Dharma,
Alameda, Guadalquivir; los toques más duros y urbanos de Coz, Obús, Burning,
Barón, Leño; incluso bandas electro acústicas como Tilbury, o La Romántica
Banda Local, tenían cabida en aquellos festivales de los años 70' y 80's. Ningún
grupo competía por ser el mejor, sino por ser distinto. Y la gente se
impregnaba de aquel "buen rollito".
Es cierto que los que ya vamos cumpliendo años tenemos la
tendencia nostálgica de pensar que tiempos pasados fueron mejores, pero, en
este caso, lo afirmo con total rotundidad: en materia de Festivales de Rock,
aquellos lo fueron; pese a las limitaciones técnicas, la inexperiencia de los
promotores, y pese a muchos otros factores que, evidentemente, hoy se han
superado.
Observo que hay un matiz distinto en la actitud con que la
gente acude a los festivales de hoy, veo que acuden como alineándose con uno u
otro estilo en un gesto que ratifica su pertenencia a una tribu que tiene identidad distinta. A mi juicio esto
empobrece al individuo; lo mismo que sucede en otras facetas de la vida en las
que el sectarismo niega la diversidad de gustos, opiniones y criterios. ¿Qué de
malo hay en mezclar tendencias? ¿A quién molesta?
Por otro lado no vendría mal que los organizadores de los actuales festivales, tuvieran en cuenta que el rock ya estaba inventado antes de que a
ellos les diera por ponerse a ello y que, muchos jóvenes contemporáneos, así se
nos llama ahora, acudíamos a aquellas citas con entusiasmo y que, ese público de entonces hoy no van a un
Festival, no porque no gusten de mezclarse con otros jóvenes, ni porque el rock haya dejado de interesarles, sencillamente es porque son
lugares hostiles en los que se sienten maltratados: sus oídos (no hacen falta
tantos vatios ni tantas horas de música sin pausas), sus culos (no hay donde
relajarse), su intimidad (no hay papel en los baños y estos suelen estar
sucios) y lo peor: es muy aburrido estar escuchando siempre la misma canción.