domingo, 17 de marzo de 2019

Todo tiempo pasado fue peor, o no.

El otro día el cartero llamó a la puerta de mi casa. Malo. Cuando un cartero llama es que a continuación te va a pedir un autógrafo… No como fan, sino como acuse de recibo de una mala noticia. Otra más. Y es que soy un conductor temerario. ¿A quién se le ocurre circular a 68Km/h por el Paseo de la Castellana? Qué atrevimiento. Qué imprudencia. Qué atentado contra la seguridad vial. ¡Peligro público! ¡A la cárcel con él!...

Cerca de tres millones de kilómetros acumulo al volante. Conduzco desde que cumplí los dieciocho y puedo decir que jamás tuve o provoqué un accidente. Suerte o mesura, no lo sé. He rodado sobre nieve, hielo, con niebla, bajo la lluvia y, sin aire acondicionado, bajo el bochorno canicular, detrás de un camión intentando adelantarlo en el momento que te permitieran las mil curvas de Despeñaperros. Me da que acredito, cum laude, saber de qué va esto de la temeridad sobre el asfalto. Me doctoré en las nacionales de doble sentido, aquellas del “Plan REDIA”, del que muchos muertos aún se acuerdan. Hace tiempo que tengo la sensación, y esto no es nuevo, de que, el que establece las normas de tránsito, normalmente, no conduce.


Pero bueno, no estoy escribiendo esto como producto de un “pataleo” provocado por mi mala suerte, porque seguro que esta no es distinta a la de los demás conductores. Sencillamente lo hago porque siento la necesidad de decir lo que pienso: que, cada vez más, las normas, tienden a ponernos las cosas un poco más difíciles. 


De a poco se nos van cercenando muchos hábitos arraigados; independientemente de que sean, mucho o poco, perniciosos para el conjunto de automóvilistas y viandantes; o que ni tan siguiera realmente lo sean. La cuestión es encorsetar la convivencia a base de presionar al individuo con la amenaza de ser sancionado. Lo malo es que, casi siempre, esto sucede en beneficio de la corporación. Esta es la palabra clave: CORPORACION. En realidad, de facto, es quien gobierna. Ella es la que recauda directa o indirectamente.

Se nos anuncia que terminarán prohibiéndose los motores térmicos, porque contaminan nuestras ciudades, nuestros cielos. Bien. Queden ustedes tranquilos que, cuando lo tengan todo montado y bien estructurado, serán ellos quienes sacarán partido de la puesta en marcha de la norma. Mientras tanto sigamos respirando CO
2 a mansalva. Por el momento se postulan, en connivencia con los que legislan, para diseñarnos un mundo mejor. Van lanzando mensajes de advertencia para luego poder esgrimir: “ya os lo veníamos anunciando…” Pero la realidad es que el medio ambiente se la suda. Si así fuera, acabábamos con los humos en cinco años, no más. Pero no, primero tienen que asegurarse que, la sartén que se ponga sobre el fuego, en la que todos estaremos friéndonos para entonces, la tendrán bien sujeta por el mango. Y ello para, bien posicionados, asegurar sus beneficios empresariales para el momento preciso en que se establezca la norma. Eso es lo que realmente les importa. De ahí que, regulación, regulación y más regulación… que, de lo mío, ya me encargo yo. 

En fin amigos, que tengo dudas de que todo tiempo pasado fuera peor. Hoy no hablaré del gobierno. Imitando a los inmensos, Tip y Coll, mejor dejémoslo para “mañana”. Pero que no se piensen, ni los que gobiernan ni los de la corporación, que todos nos chupamos el dedo, los hay que no.