miércoles, 23 de febrero de 2011

23F, un día como éste.


Elías era un chaval que había venido a Madrid huyendo de la fría estepa castellana. Una vez en la capital trabajó de mecánico de automóviles. Como era persona inquieta, no tardó mucho en establecerse por su cuenta. Su taller ocupaba la planta baja del inmueble contiguo al edificio donde ensayábamos, en la calle Matachel del barrio de Villaverde Bajo. Tanta prosperidad, y en tan poco tiempo, le confirió un rasgo de autosuficiencia que, pese a su origen más bien poco o nada ilustrado, no le impedía debatir sobre cualquier tema exhibiendo un desparpajo tan arrogante como necio; incluso se atrevía a discutir de política y, medio en broma, medio en serio, se manifestaba de ideología derechista y reaccionaria.

Estábamos dándole los últimos retoques al “Déjalo Así” que en un par de semanas entraríamos en estudio para grabarlo. Serían algo así como las 19h, cuando la vieja puerta de metal del local sonó golpeada con estrépito interrumpiendo la pieza que tocábamos en esos momentos.

—¡Ya va…! ¡¿Qué formas son esas? Coño!

—¿Es que no os habéis enterado que los “míos” ya han regresado? ¿Están en el Congreso?

—¡Venga Elías tío, danos un cigarrito y vete a tomar por culo…!

—Sí, sí, no me creáis, ya veréis que vais a volver a cantar el Cara al Sol.

Uno de nosotros, no sé quién, se quedó encendiendo un cigarrillo con él mientras los demás seguíamos a lo nuestro. Fue quien nos interrumpió.

—Tíos, que dice que unos Guardias Civiles han secuestrado al Gobierno en el Congreso.

—No le hagas ni puto caso, siempre está con lo mismo. Es un facha desquiciado.

Intentamos seguir con el tema pero yo me quedé con la copla y propuse que hiciéramos un “break” para tomarnos unas cervecitas en el Salinas (un bar de barrio dónde parábamos). Cuando llegamos no había nadie, salvo Alfredo, el dueño. Nada más entrar le pregunté que si se había enterado de que hubiera pasado algo. Me dijo que habían entrado en el Congreso unos Guardias Civiles disparando, que había puesto la radio pero que llevaba un rato emitiendo música militar y que por eso la había apagado. Muy excitado le dije que la volviera a poner, lo hizo y se me heló la sangre cuando escuché esa música arcaica que me retrocedía a los tiempos en que hice el Servicio Militar. Todos nos miramos y sin hacer muchos comentarios, nos bebimos apresuradamente las cervezas y regresamos al local. Por el camino me parecía que la calle del barrio estaba extrañamente vacía. Me sobrecogí. Acordamos de que lo razonable era que cada cual regresara a su casa. No tardé más de un par de minutos en recoger todo y subirme al coche. Nada más arrancar puse la radio y revisé todo el dial encontrándome con la sorpresa de que todas las emisoras emitían normalmente, cierto que todas con una programación centrada en la noticia del secuestro en el Congreso. En una de ellas se leyó un comunicado del Comité Federal de UGT, invitando a los trabajadores a estar atentos por si hubiera que salir a la calle a defender la democracia. No sé si eso me tranquilizó o me creó mayor desasosiego, porque si la sociedad civil seguía expresándose, el enfrentamiento podría llegar de un momento a otro.

Normalmente no tardaba más de 20 minutos en llegar a casa, en ese tiempo se me pasaron tantas cosas por la cabeza. Llegué a acordarme de las palabras que escuché de niño a un anciano que le comentaba a mi padre «Mire usted Antonio, yo viví una guerra, usted peleó en otra y éste (dirigiéndose a mí) también vivirá la suya…» ¿Sería esta mi guerra? ¿Otra guerra civil en esta putada de país que se llama España? ¡No, por favor! Cuando llegué a casa me encontré a mi mujer muy angustiada frente a la televisión, con la radio asimismo encendida, pendiente de todo lo que se dijera; no en vano, si el Golpe triunfaba, el coescritor de una canción como “Días de Escuela” sería carne de paredón, seguro. Mentalmente intentaba diseñar un plan de huida pero no tenía la mente para tanta conjetura. Así y todo esa noche estuve pendiente de las noticias hasta que el sueño pudo conmigo bien de madrugada.

El 24 de febrero amaneció soleado y parecía que la pesadilla se diluía. Afortunadamente aquel fantoche con tricornio que intentó pasar a la posteridad como salva patrias, consiguió el efecto contrario: que el conjunto del ejército entendiera el mensaje de la sociedad civil que se reafirmaba en que los tiempos de la barbarie, la ignominia y el desprecio por el prójimo, habían concluido y que, este país, definitivamente había reclamado para sí el derecho a elegir su destino.

Treinta años después, otra cosa es que efectivamente controlemos nuestro destino. La libertad, bien supremo que mi generación luchó por alcanzar, hoy se nos antoja hueca de contenido o, como poco, otorgada en grado de libertad vigilada; por quién, por los que mueven los hilos desde la cima del mundo, justo ellos: los dueños del dinero artífices de la especulación.

Admiro en estos días las revoluciones que se han puesto en marcha en los países árabes, y las admiro porque me sorprende que aun queden ciudadanos en el mundo que luchen por la libertad con el convencimiento de que la libertad real existe; me entusiasma pensar que haya quien lo piensa, yo a estas alturas sostengo que la liberación absoluta sólo radica en uno mismo.

Pero esa es otra revuelta…

5 comentarios:

Lourdes Alcober dijo...

Muy bueno Julio, la verdad que yo era muyyy chiquita, pero me acuerdo de muchas cosas y sobretodo de la tensión que se vivió y de la toma por los militares de la casa desde donde emitía Radio Juventud... se encontraba en un pinar, era una casa de 1 sola planta, y los militares se alojaron alli, patrullaban por el pinar, yo vivia muy cerca, tan solo tenía que cruzar una calle y ya estaba allí, pero eran "los buenos de la peli" a los niños nos trataban muy bien jejejejeje, en fin! son recuerdos de hace 30 años.
Besos!

javivallecas dijo...

Totalmente de acuerdo en tu comentario que haces sobre la libertad individual, la libertad colectiva cada vez está más en entredicho en esta sociedad.

luis candocia calvo dijo...

yo tenia 8 años,me alegre por no ir al colegio y ya esta.

es tan sencillo y tan complejo luchar contra el poder,ha sido increible como el pueblo llano a acabado con dictadores en dias,lo que pasa es que el poder se vuelve a sustituir con poder,asi sucesivamente.

supongo que hasta que la gran clase media española lo pase muy mal en su totalidad no nos quejaremos en conjunto,eso solo pasara cuando nuestro unico sentido vital sea la subsistencia,mientras observamos con resignacion como la luz artificial y el oro negro de gadafi se anteponen cada vez mas a una maravillosa cervecita en un bar

Juan Carlos Martos dijo...

Aquel dia tambien estabamos ensayando con mi grupo. Nos enteramos al terminar, en el coche.
Estoy de acuerdo contigo. Aquel dia se consolido el ansia de libertad que este pais pedia a gritos. Aunque eramos unos crios,lo que nos contaban nuestros mayores, aún me pone la carne de gallina.

Un abrazo desde Monzón, viejo amigo.

Anónimo dijo...

Muy buenas Julio y compañia, recuerdo aquel dia al sali a la calle despues de firmar un contrato de trabajo, tras varios años de paro,(porque en aquellos años tambien habia bastante paro para los jovenes)y me encontre con poca gente por las calles de Cuatro Caminos, pero aunque me extraño, no me lo pensé, asi que cogi el metro para ir al Valle Del Kas, y alli si me extraño no ver mucha gente en la calle, me dirigi a la bodega donde parabamos los amigos y eso si fué raro, la bodega cerrada y ningun amigo por los alrededores, fui a mi casa y alli estaba mi madre, para contarme entre lagrimas lo sucedido y que no queria volver a pasar otra guerra.
Que no la pasen ninguna guerra nuestros hij@s. Un saludo

PD: ¡leñe! se me esta bajando una lagrima por la cara, va a ser que los viejos rockeros no son tan duros.